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La Libertad de Elección

¿Existe la libertad de elección?

Una antigua plegaria dice: "¡Señor!, dame fuerza para cambiar las cosas que pueda cambiar, dame valor para aceptar las cosas que no puedo cambiar y, otórgame sabiduría para ver la diferencia".

¿En concreto, ¿en qué cosas de nuestra vida podemos influir? 

¿Disponemos de suficiente libertad para cambiar nuestro destino? 

¿Por qué no podemos conseguir, de forma natural, esta sabiduría? 

¿Por qué, a pesar del hecho de que nuestra naturaleza está basada en la pereza y el sano egoísmo (deseo de recibir el máximo a través del mínimo esfuerzo), a diferencia de los animales, realizamos acciones irreflexivas e inefectivas? 

¿Quizás actuamos donde todo está predeterminado y nuestro papel ha de ser mucho más pasivo?

¿Quizás, en muchos casos, nuestra vida está preordenada, pero elegimos creer que el curso de los acontecimientos depende de nosotros? 

¿No deberíamos, quizás, transformar nuestra vida y dejar de pensar que somos quienes tomamos nuestras decisiones, dejando las cosas fluir y quedándonos en actitud pasiva, actuando sólo cuando realmente podamos cambiar algo?

Los niños pequeños actúan de forma imprudente porque su desarrollo se produce inconsciente, instintivamente. Un adulto define un objetivo y, la voluntad por conseguir dicho objetivo es la que le provee de energía.

Resulta evidente que nos equivocamos al intentar delimitar nuestras habilidades para conseguir el objetivo. En otras palabras, deseamos conseguir lo imposible o intentamos cambiar lo que no podemos.

La Naturaleza no nos dice en cuál de nuestros actos somos realmente libres. Esto nos permite cometer errores, como individuos y como humanidad. Su intención es la de conducirnos hacia desilusionarnos de nuestro propio poder de transformar algo en nuestra vida y nosotros mismos. ¿La Naturaleza desea confundirnos y desorientarnos con respecto a cómo debemos vivir? Entonces debemos detenernos y determinar aquello que realmente podemos influir.

La esencia de la libertad.

De forma general, la libertad puede asociarse a la ley de la Naturaleza, la cual traspasa todos los aspectos de la vida. Vemos como los animales sufren cuando están en cautividad. Esto demuestra cómo la naturaleza se rebela contra cualquier forma de esclavitud. La humanidad ha combatido en distintas guerras durante cientos de años hasta obtener algún grado de libertad personal.

En cualquier caso, nuestra idea de la libertad es extremadamente vaga y, si profundizamos más en ella, no quedará casi nada de ella. Antes de exigir la libertad personal, deberíamos suponer que cada persona la anhela. Primero, debemos asegurarnos de que esta o aquella persona puede ejercer su libre albedrío.

Nuestra vida está entre el placer y el sufrimiento.

Si analizamos las acciones de los seres humanos, descubriremos que ninguno de ellos es libre. Tanto su naturaleza interna como sus circunstancias externas lo empujan a actuar de acuerdo a un algoritmo de comportamiento arraigado en él.

La naturaleza nos sitúa entre el placer y el sufrimiento y, no somos libres de elegir sufrir o de renunciar al placer. El hombre tiene la ventaja, con respecto a los animales, de poder visualizar la meta distante, por consiguiente, estará de acuerdo en padecer una determinada cantidad de sufrimientos, si espera una compensación en el futuro.

De hecho, no hacemos nada más que cálculos cuando, viendo el beneficio esperado, consentimos en sufrir en espera de un posible placer. Estamos de acuerdo en someternos a operaciones quirúrgicas, incluso pagamos por ello. Aceptamos el trabajar duro con el fin de aprender una profesión que nos permita tener un trabajo bien remunerado. Todo se reduce a nuestro propio cálculo cuando sustraemos el sufrimiento del placer esperado y recibimos cierto saldo positivo.

Esta es la forma en la que estamos diseñados. Aquellos que parecen temerarios o imprudentes, o bien, abnegados o románticos, en realidad no son más que personas calculadoras, para las que el pasado se muestra, al igual que el presente, tan evidente que, están dispuestas a cargar sobre sus espaldas dolores inusitados por los otros, lo cual solemos tomar como una hazaña heroica.

Pero, de hecho, incluso en este caso, nuestro cuerpo realiza un cálculo consciente o inconsciente. Los sicólogos saben que las prioridades de cada hombre pueden cambiar, y hasta un cobarde puede convertirse en héroe. El futuro puede llegar a parecer tan elevado a los ojos del hombre que, no dudará en padecer cualquier clase de miseria por ese motivo.

De esto se deduce que no hay diferencia entre el hombre y los animales, y si es así, no existe la elección libre e inteligente.

¿Quién determina nuestros placeres?

No sólo no tenemos casi libertad de elección sino que tampoco la característica del placer es prerrogativa nuestra. Éste no sucede según nuestra libre voluntad sino que es dictaminado por los deseos de otras personas. No elegimos la moda, la forma de vivir, las aficiones, el ocio, la comida, etc. Todas estas cosas nos son impuestas según los gustos y deseos de nuestro entorno.  

Preferimos funcionar con deseos simples, sin sobrecargarnos, pero toda nuestra vida estamos obligados a movernos bajo formas de actuar aceptadas como normas por la sociedad, lo cual deriva en las leyes de la existencia y comportamiento humano. Si esto es así, ¿dónde está, entonces, nuestra libre elección? Se descubre que ninguno de nuestros actos tiene recompensa o castigo.

¿Por qué cada uno se percibe así mismo como un ser individual? ¿Qué es lo que hay, tan especial, en cada uno de nosotros? ¿Cuáles de nuestras cualidades podemos variar, de forma independiente? Si, en efecto existimos, seguramente podemos sacar una de ellas a la luz, distinguiéndola así del resto de nuestras cualidades, y desarrollarla.

Cuatro Factores.

Cada ser creado está determinado por cuatro factores:

1. La base es la materia esencial del ser particular, de la cual éste emergió.
Las cualidades invariables de la base son el orden a su desarrollo. Por ejemplo, un grano de trigo podrido engendra un nuevo brote de la misma clase. Un grano se pudre, es decir, su forma externa desaparece por completo; de forma similar, nuestro cuerpo se desintegra en la tierra. Sin embargo, la base queda ahí, haciendo nacer un nuevo retoño, al igual que nuestra alma fuerza a un nuevo cuerpo a nacer para poder vestirse en él.

2. Las cualidades invariables de la base. La base (en nuestro caso, un grano de trigo) nunca tomará la forma de otro cereal, por ejemplo, la cebada, sino sólo la forma previa del trigo, la cual se había perdido. Dependiendo del ambiente (suelo, agua, fertilizante y sol) es posible que el retoño experimente algunas variaciones cualitativas y cuantitativas pero, la forma del trigo, es decir, la esencia original, no sufre ninguna variación.

3. Las cualidades que varían bajo la influencia de las fuerzas externas. Afectada por factores externos, la forma exterior de la esencia experimenta variaciones cualitativas (el grano se mantiene como grano pero, su forma exterior se transforma de acuerdo con las condiciones ambientales. Factores externos suplementarios unidos con la esencia y juntos generaron una nueva cualidad bajo la influencia del ambiente. Dichas condiciones pueden ser el sol, el suelo, los fertilizantes o el agua (si hablamos del grano) o la sociedad, el grupo, los libros y el maestro (en lo relativo al hombre).

4. Cambios en las fuerzas externas. El hombre necesita de un entorno que desarrolle y que afecte, constantemente, a su propio desarrollo. Mientras evoluciona, el hombre a su vez influye, en su ambiente, forzándolo a desarrollarse. De hecho, ambos se desarrollan simultáneamente.

Estos cuatro factores determinan el estado de cada ser creado. Incluso, si un hombre pasara todo su tiempo en la investigación, no podría variar o añadir nada de lo que incluyen estos cuatro factores. Todo lo que pensamos o hacemos existe dentro de estos cuatro factores. Cualquier cosa que añadamos será puramente cuantitativa, mientras que cualitativamente se quedará igual. Estos factores determinan, forzosamente, nuestro carácter y nuestra forma de pensar.

1. El hombre no puede variar su esencia.

2. No puede variar las leyes según las cuales se transforma su esencia.

3. No puede variar las leyes de la transformación de sus cualidades internas, como resultado de la influencia externa.

4. El ambiente, del cual el hombre depende por completo, ¡puede ser variado!

Al poder influir en su ambiente en el momento presente, el hombre determina su estado futuro. Los únicos factores que el ambiente puede modificar son la velocidad y la calidad del avance del hombre. El hombre puede pasar por el dolor, el temor, la angustia e interminables y terribles problemas en su camino o bien ir hacia delante calmada y cómodamente, ya que siempre aspira hacia la meta. Ésta es la razón por la que los Cabalistas nos apremian a abrir centros educativos, para formar grupos (el ambiente ideal para todos los que desean alcanzar el propósito de la creación).

Libre elección.

A pesar de que no podemos determinar nuestra base, es decir, quién y cómo nacer, sí podemos influenciar estos primeros tres factores eligiendo nuestro ambiente, a saber, amigos, libros y maestros. De cualquier modo, habiendo elegido el entorno, estamos permitiendo que éste moldee nuestras condiciones futuras.

En un principio, existe la oportunidad de elegir libremente tanto maestros como libros y amigos quienes nos inspirarán buenos pensamientos. Si la persona no hace esto, naturalmente va a encontrarse en malos ambientes; leyendo libros inútiles (existen muchos y, son mucho más agradables) y, como resultado de ello, recibirá una educación deficiente y, actuará de forma incorrecta en la vida.

De esto se deduce que se le manda al hombre una recompensa o un castigo no por sus malas acciones o pensamientos, sobre los cuales no tiene libertad de elección, sino por no elegir el ambiente correcto, ya que allí la persona tiene, indudablemente, una oportunidad de elegir libremente. El hombre debe ser juzgado y castigado para que tome consciencia: no es juzgado por sus delitos sino por elegir el ambiente equivocado.

De ahí que, la persona que realiza un esfuerzo por elegir en cada momento un ambiente mejor, tendrá éxito (no por sus buenos pensamientos sino por su persistencia en mejorar su entorno, lo cual la va a llevar a esos buenos pensamientos). Una persona así es premiada con un estado mejor, más avanzado.

El Libro del Zohar da un ejemplo sobre un sabio pobre que fue invitado a mudarse a la casa de un rico. El pobre declinó dicha invitación argumentando: "¡Bajo ninguna condición me instalaré en un lugar sin sabios alrededor!". "Pero, tú eres el mayor sabio de la generación", exclamó el hombre rico. "¿De quién podrías aprender?". El sabio respondió: "Incluso el hombre más sabio se vuelve ignorante si se rodea de gente necia".

Por lo tanto, deberíamos seguir el siguiente consejo conocido: "Consigue un maestro, consigue un amigo". En otras palabras, debemos crear nuestro propio entorno, porque sólo este factor puede conducirnos al éxito. Una vez que elegimos nuestro entorno, nos volvemos totalmente dependientes de él, como arcilla en las manos de un escultor.

Todos somos cautivos de nuestra naturaleza egoísta. Liberarnos implica elevarnos sobre los límites de nuestro mundo y entrar en la realidad Superior. Puesto que estamos bajo el completo dominio de este mundo, sólo podremos liberarnos si, en vez de nuestro natural entorno egoísta, artificialmente nos rodeamos de gente que comparta nuestros puntos de vista y aspiraciones, y caemos bajo el poder del entorno regido por las leyes del Mundo Superior. Liberarnos de nuestros lazos egoístas y revelar el atributo de otorgamiento, es la manera de realizar nuestra libertad de elección.

Protección contra los tres factores restantes.


El hombre actúa, de forma automática, bajo la influencia de factores internos y externos, simplemente siguiendo sus órdenes.

Si desea salir del control de la naturaleza, tiene que exponerse a la influencia del entorno que elija. Deben elegir un Maestro, un grupo y libros, para que le dicten qué hacer, puesto que él es, siempre, producto de estos cuatro parámetros.

El Poder de la mente sobre el cuerpo.

Al descubrir que la mente del ser humano es el resultado de la experiencia de vida, podemos concluir que, dicha mente no tiene poder sobre el cuerpo porque es un reflejo de las circunstancias y eventos de la vida de la persona; el poder de hacer mover el cuerpo, dirigirlo hacia cosas buenas y protegerlo del daño.

Sin embargo, la imaginación del hombre utiliza la mente de la misma forma que los ojos usan un microscopio. Una vez que el hombre descubre, con la ayuda de un microscopio, los diminutos organismos dañinos, se aparta de ellos. De esta forma, un microscopio (no las sensaciones del hombre) le permite evitar la influencia dañina (microbios, bacterias, virus) donde no se siente.

Vemos que, en algunos casos, cuando el cuerpo no puede detectar daño o beneficio, la mente se vuelve relevante y tiene completo control sobre el cuerpo, permitiéndole alejarse de las cosas perjudiciales y apegarse a las buenas.

Cuando el hombre comprende que la mente es el resultado de la experiencia de vida, está listo para aceptar la mente de alguien más y la sabiduría como la ley, si confía en dicha persona.

Esto recuerda la historia del hombre que pide consejo a un doctor y, confiando en la mente y experiencia del mismo, sigue su consejo, a pesar de que no tiene ni idea de la medicina. Así es como usa la mente de otras personas, lo que lo beneficia no menos que su propia mente.

Dos formas de gobernar.

Existen dos formas de gobierno divino que garantizan el éxito del hombre en la empresa de alcanzar el propósito de la creación:


2) El camino del sufrimiento.

3) El camino de la Cabalá.


El camino de la Cabalá consiste en confiar en la mente de aquellos que ya han logrado el objetivo máximo, como si fuera nuestra propia experiencia de vida. Pero, ¿cómo puedo estar seguro de que esa mente, en la que he puesto mi fe, es verdadera? Por otro lado, si no uso esa mente sabia de la misma forma en que sigo el consejo del médico, me condeno a un largo camino de sufrimiento, como una persona enferma, que rechaza seguir las instrucciones de su doctor y comienza a aprender medicina, ignorando que, quizá muera antes de tener alguna idea sobre ello.

Tal es el camino del sufrimiento, en comparación con el de la Cabalá. Aquél que no tiene fe en la sabiduría de la Cabalá, puede intentar alcanzar esta sabiduría de forma independiente pasando por los problemas de la vida mientras que existe la experiencia que acelera tremendamente el proceso y permite desarrollar la sensación de comprensión de la maldad, no por elección propia sino a través de los esfuerzos hechos por adquirir un buen ambiente.

Siguiendo a la mayoría.

Donde quiera que exista un conflicto entre la mayoría y un individuo, debemos tomar las decisiones conforme a la voluntad de la mayoría. Sin embargo, esta ley provoca la regresión de la humanidad ya que, las masas estarán en retroceso mientras que los más desarrollados siempre serán una minoría.

Con todo, puesto que la Naturaleza nos coloca en una sociedad, estamos obligados a respetar todas las leyes sociales, pues de lo contrario, la Naturaleza nos castigará, sin reparar en si entendemos sus leyes o no. Por lo tanto, la ley de la vida en común está considerada como una de las leyes de la naturaleza y, debemos respetarla con gran cuidado.

Esta ley debe permitir que alcancemos a entender el amor propio como malo y el amor por los otros como bueno ya que, ésta es la única forma de amar al Creador.

Sin embargo, la mayoría no tiene el derecho de reprimir la opinión de un individuo en sus relaciones con el Creador y, cada cual es libre de hacer lo que crea que es correcto. De todo esto trata su libertad personal, es decir, las relaciones del hombre con el Creador están reguladas por él mismo, mientras que otras leyes de comportamiento están dictadas por la ley "sigue a la mayoría".

La ley de la sociedad determina: la minoría debe someterse a la mayoría.

Sin embargo, ¿en que se funda la mayoría para adjudicarse el derecho de reprimir la libertad personal del individuo? Frente al hecho, no es otra cosa sino represión.

Puesto que la naturaleza nos impone vivir en sociedad, huelga decir que cada uno de sus miembros tiene la obligación de aceptar servir a la sociedad, cuidarla y contribuir a su prosperidad.

Lo anterior no es posible a no ser que se observe la ley de "sumisión", es decir, todos deben obedecer la ley aceptada por la sociedad.

Pero, está bastante claro que, en todos estos casos, cuando no se infringen los intereses materiales de la sociedad, la mayoría no tiene derecho a limitar, de ninguna manera, la libertad del individuo. Aquellos que lo hacen son criminales, ya que prefieren hacer justicia por la fuerza, porque en este caso la Naturaleza no obliga al hombre al someterse a la voluntad de la mayoría.

En cada generación hay individuos que están más desarrollados que las masas. Si la sociedad que comenzó a desarrollarse conforme a las leyes de la Naturaleza se da cuenta de la necesidad de salvarse de los sufrimientos, se debe someter al individuo y seguir sus instrucciones.

De este modo, en cualquier cosa referida al desarrollo espiritual, el derecho de la mayoría se convierte en el deber de seguir a un individuo, esto es, a un personaje con personalidad altamente evolucionada. Estas personas avanzadas y educadas constituyen una parte insignificante de la sociedad; por lo tanto, todos los logros y descubrimientos, en la esfera espiritual, están determinados por la minoría.

De esto se deduce que, la sociedad debe guardar cuidadosamente las ideas de tales personas. La sociedad debería darse cuenta de que su propia salvación no está en manos de la mayoría gobernante sino que se encuentra en los individuos ilustrados.

Epílogo

A través de la experiencia acumulada a lo largo del tiempo, la humanidad llega, gradualmente, a la conclusión de que, a pesar de todos sus esfuerzos por cambiar el curso de la historia y el desarrollo de la sociedad, la vida impone su propio camino y todo ocurre según un escenario que no depende de nosotros. Por tanto, ¿estamos sentenciados por el destino?

El estudio del universo a través del método de la Cabalá nos revela que la esencia del hombre consta de tres partes:

Primera: la parte animal, la cual se expresa en los deseos corporales por comida, sexo, familia y hogar. Está presente en todas las personas, independientemente de su entorno.

Segunda: la parte humana, la cual se expresa en los deseos de riqueza, honor (fama, poder) y conocimiento; los cuales nos hacen dependientes de la sociedad.

Tercera: la parte espiritual, la cual crea en nosotros una aspiración por el Mundo Superior (se produce por una sensación de muerte, de vacío en la vida, de ignorancia sobre el origen de la existencia).

El hombre nace en este mundo para descubrir el reino Superior en el transcurso de su vida. A partir de ese momento, existe en ambos mundos y, una vez que su cuerpo muere, siente el mundo espiritual mucho más intensamente que cuando vivía en un cuerpo físico. Si el hombre no consigue entrar en el mundo espiritual durante su vida, su alma desciende otra vez a este mundo, encarnando un nuevo cuerpo biológico con el mismo propósito. El alma solamente puede revelar el Mundo Superior mientras está en un cuerpo físico.

De esto se deduce que:


- Este mundo y nuestra existencia en él están diseñados solamente para ayudarnos a descubrir el mundo superior. 

- La parte primera (animal) y la segunda (humana) no existen en nosotros por sí mismos, su papel queda determinado por cuánto contribuyen a la realización de la tercera parte (la espiritual), es decir, cómo nos ayudan a lograr nuestra misión, la cual consiste en la revelación del reino espiritual mientras vivimos en este mundo. Las acciones del hombre son evaluadas solamente en la medida de su conexión con el progreso espiritual, porque es esta parte la que tiene que transformarse.

- Nuestra primera y segunda parte no cambian en sí mismas. De hecho, tampoco dependen de nuestros deseos. Es la realización de la tercera (la espiritual) la que determina sus transformaciones.

- Todas las acciones que realizamos, referidas a las partes primera y segunda, no son libres. Están programadas por la naturaleza y forman un rígido esqueleto en nuestra estructura. Cuando elegimos cómo desarrollarnos espiritualmente, determinamos nuestros estados tanto en la primera como en la segunda (animal y humana) y, en definitiva, en la tercera.

- Cuando el hombre rechaza el llevar a cabo acciones vanas e insensatas, relacionadas con sus deseos animal y humano y, concentra todos sus esfuerzos en descubrir la realidad Superior, adquiere la habilidad de controlar todas las cosas en este mundo (tanto en la primera como en la segunda parte). En otras palabras, el camino para regir este mundo se alcanza a través del Mundo Superior, puesto que todas las señales, todos los eventos van descendiendo desde arriba hasta que toman su forma final en este mundo.

Este artículo demuestra que todas las acciones y estados del hombre, en este mundo, están predeterminados; todas excepto una, la cual determina el resto: la aspiración al Mundo Superior, a su revelación, al dominio de las leyes de la Divina Providencia.
 

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