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24. Fuera de las manos de los malvados

Lo escuché el 5 de Av, 25 de julio de 1944, durante la conclusión de El Zóhar

Está escrito: “Los que amáis al Señor, aborre­ced el mal; Él preserva las almas de Sus santos, Él las ha librado del poder de los malvados”. Aquí plantea la siguiente pregunta: ¿Cuál es la relación entre “aborreced el mal” y “Él las ha li­brado del poder de los malvados”?

Para entender esto debemos primero traer a colación las palabras de nuestros sabios: “El mundo no fue creado sino para los totalmente rectos o para los totalmente malvados”. Luego, se cuestiona si vale la pena crear al mundo para los totalmente malvados, y no para los parcial­mente rectos.

La respuesta es que, desde la perspectiva del Creador, no hay nada en el mundo que tenga dos sentidos. Esto sólo ocurre desde la perspectiva de los que reciben, es decir, desde sus sensacio­nes. Significa que los que reciben pueden sentir ya sea un buen sabor en el mundo, o un terrible sabor amargo.

Esto se debe a que cada acto que ejecutan ellos lo calculan de antemano, puesto que ninguna ac­ción es llevada a cabo sin un propósito. Pueden desear, ya sea mejorar su situación presente, o perjudicar a alguien, pero las pequeñas cosas no ameritan un operador determinado.

Por lo tanto, aquellos que aceptan los modos de conducta del Creador en el mundo determinan si esta es buena o mala, dependiendo de cómo se sientan; es decir, bien o mal. Por eso “Los que aman al Señor”, que comprenden que el propó­sito de la Creación fue hacer el bien a Sus criatu­ras, entienden que para que estas lleguen a sen­tirlo es necesario alcanzar la Dvekut (adhesión) y la proximidad al Creador.

De este modo, si perciben cierta lejanía de Él, lo perciben como malo. En ese estado uno se considera malvado, ya que un estado intermedio sería irreal. Dicho de otra forma, cada cual perci­be la existencia del Creador y Su Providencia, o por el contrario imagina que “la Tierra fue entre­gada a manos de la maldad”.

Debido a que uno siente respecto a sí mismo que es una persona de verdades, y que no puede engañarse diciéndose que siente algo cuando en realidad no lo siente, de inmediato comienza a implorarle misericordia al Creador, para que lo libere de la red de la Sitra Ajra y de todos los pensamientos ajenos. Al suplicar de manera sin­cera, el Creador escucha la plegaria (Y quizás sea este el significado de “El Señor está cerca de todos aquellos que Lo convocan con sinceri­dad”). Con respecto a ese momento decimos que “Él las ha liberado del poder de los malvados”.

En la medida en que uno no siente su verdadero ser, es decir, el grado de su propia maldad a un nivel suficiente que lo despierte para implorar al Creador por la aflicción que siente ante el reco­nocimiento de su maldad, no podrá merecer la re­dención. Esto se debe a que aún no ha encontrado el Kli (Vasija) para que su rezo sea escuchado, el cual se define como “desde el fondo del corazón”.

Esto se debe a que uno aún cree que existe algo bueno en él. Esto quiere decir que aún no ha descendido hasta el fondo de su corazón, donde todavía cree que tiene algo de “bien”, y no perci­be con qué amor y temor se relaciona con la Torá y las Mitzvot (preceptos); y esta es la razón por la cual no puede ver la verdad.

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