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30. Lo principal es desear sólo otorgar

Lo escuché después de Shabat Vaikrá, 20 de marzo de 1943

Lo principal consiste en no desear nada más que otorgar por Su grandeza, porque todo tipo de recepción es deficiente. Es imposible escapar de recibir; lo que debe hacerse es aferrarse al extre­mo opuesto, que es el otorgamiento.

La fuerza motriz, esto es, la fuerza que es ex­tendida y que lo obliga a uno a trabajar, es sólo Su grandeza. Uno debe pensar que al fin y al cabo deben realizarse los esfuerzos y trabajos. Pero a través de estas fuerzas, uno puede obtener cierto grado de beneficio y de placer. En otras palabras, uno puede llegar a agradar con su trabajo y con su esfuerzo a su cuerpo limitado, el cual puede ser como un invitado pasajero, o como un invitado eterno si sus energías duran por toda la eternidad.

Esto se parece a una persona que tiene el po­der de construir un país entero, pero solamente construye un rancho que termina siendo des­truido por un fuerte viento. Vemos que en este caso todas sus energías habrán sido desperdicia­das. Sin embargo, si uno permanece en Kedushá (Santidad), entonces todas sus energías habrán de durar para la eternidad. Es sólo a través de esto que uno debe recibir la base para su labor, y todas las demás bases y fundamentos están des­calificados.

La fuerza de la fe es suficiente para que uno pueda trabajar en la forma de otorgar. Esto quiere decir que puede creer que el Creador acepta su trabajo, aunque este no sea tan importante desde su punto de vista. No obstante, el Creador acepta todo. Si uno atribuye el trabajo a Él, Creador lo recibe de buena gana y acepta todos sus trabajos sin importar cómo sean estos.

De este modo, si uno desea usar la fe a modo de recepción, entonces esta no es suficiente para él. Esto quiere decir que en ese momento duda de la fe. La razón es que la recepción no representa la verdad, pues, de hecho, uno no recibe absolu­tamente nada de esa labor. Solamente el Creador será quien reciba de su labor.

Por lo tanto, sus dudas son fundadas. Dicho de otro modo, estos pensamientos ajenos, que sur­gen en su mente, son argumentos ciertos. Pero si uno desea valerse de la fe para andar por la senda del otorgamiento, ciertamente no deberá dudar de la fe. Si tiene dudas, entonces debe saber que quizás no desea realmente andar por la senda del otorgamiento, puesto que para esta basta la fe.

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