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54. El propósito del trabajo

Lo escuché el 16 de Shevat, 13 de febrero de 1941

Es sabido que la servidumbre consiste esen­cialmente en complacer y satisfacer al Hacedor. Sin embargo, uno debe saber el verdadero signi­ficado de otorgar, pues es común y bien sabido que el hábito hace que se pierda el gusto. Por eso, debemos aclarar con propiedad el significado de la palabra “otorgar”.

Lo cierto es que el deseo de recibir también está incorporado en el deseo de otorgar del infe­rior (pero el deseo de recibir puede ser usado con correcciones); de lo contrario no habría conexión entre el que da y el que recibe. Esto se debe a que es imposible que uno dé sin que el otro le dé nada en contrapartida, produciéndose de este modo una especie de sociedad.

Solamente cuando ambos se demuestran amor mutuo surge una conexión y una amistad entre ellos. Pero si uno le demuestra amor y el otro no le corresponde, tal amor es irreal y no tiene razón de existir. Acerca de esto, nuestros sabios dijeron lo siguiente: “Y digo a Sión: ‘¡Tú eres mi pueblo!’” (Isaías 51). No se diga Amí” (heb: Mi gente), sino Imí” (conmigo), “para ser Mi socio” (Zóhar, Bereshit, pág. 5); o sea, que las criaturas están asociadas con el Creador.

Entonces, resulta que cuando “el inferior de­sea otorgarle al Creador, “el inferior debe reci­bir del Creador. Esto se llama “asociación”; es decir, cuando el de inferior da, y el de Superior también da.

Sin embargo, el deseo de recibir debe aspirar a adherirse a Él y recibir su Shefa (heb: Abun­dancia), su sustento, su benevolencia. Y ese es el propósito original de la Creación: hacer el Bien a Sus criaturas.

No obstante, debido al rompimiento que ocu­rrió en el mundo de Nikudim, el deseo de recibir cayó bajo el dominio de las Klipot (heb: cásca­ras), a causa de lo cual se produjeron dos estados distinguibles en el Kli (heb: Vasija). El primero consiste en que se desarrolló una cierta relación con respecto a los placeres separados, y el deber de escapar de la autoridad de las Klipot, recibe el nombre de “el trabajo de purificación”. El segun­do estado que se produjo a causa del rompimien­to, es la separación de los placeres espirituales.

Dicho de otro modo, uno se distancia de la es­piritualidad, y deja de sentir deseo por la misma. La corrección para esta situación se llama Ke­dushá (heb: Santidad), donde el trabajo consiste en procurar Su grandeza. En ese estado el Crea­dor brilla para uno dentro de estas vasijas. Pero debemos saber que en la medida en que uno posee Kelim (heb: Vasijas) de pureza, llamadas “aborrecer el mal”, en ese mismo grado puede trabajar en Kedushá, según lo que está escrito: “Tú que amas al Señor, odias el mal”.

Aquí podemos distinguir dos discernimientos: la primera es “pureza” y la segunda es “Kedus­há”. Kedushá consiste de “el Kli”, que viene a ser la preparación para recibir Su benevolencia, de acuerdo con su accionar, que es hacer el bien a Sus creaturas. Sin embargo, este Kli se le atri­buye “al de Abajo”; y esto quiere decir que nos compete a nosotros repararlo. En otras palabras, es para que nosotros procuremos el bien; y esto implica vincularse extensamente con Su grande­za y con el propio sentimiento de humildad.

Aun así, la Shefa que debería manifestarse en el Kli de Kedushá está en manos del Creador. Él es quien les imparte esta gratificación a los inferiores. En eso el inferior no puede ayudar ni asistir de forma alguna, de acuerdo al dicho si­guiente: “Las cosas secretas le corresponden al Señor nuestro Dios”.

El Pensamiento de la Creación, que consiste en “hacer el bien a Sus criaturas”, comienza a partir de Ein Sof (heb: Infinito). Por tal motivo le rezamos a Ein Sof; es decir, le rezamos a la conexión que existe entre el Creador y las creatu­ras. Esto es lo que se indica en los textos del ARI: nosotros debemos rezarle a Ein Sof.

Esto se debe a que Atzmutó (heb: Su Esencia) no tiene conexión alguna con las criaturas, pues­to que el principio de la conexión comienza en Ein Sof, donde se halla Su nombre, que viene a ser la raíz de la Creación. Este es el sentido de lo que está escrito en el Ierushalmí; o sea, que aquel que reza, lo hará en el Nombre; o, con otras palabras, allí donde está Su Nombre, y Su Nom­bre y Ein Sof se conocen como las palabras de la leyenda. “Una torre llena con cosas buenas”. Por eso debemos rezarle al Nombre: para recibir el beneficio y el provecho que había sido prepa­rado para nosotros.

Esta es la razón por la que Kéter recibe el nombre de “Su deseo de hacer el bien a Sus crea­turas”; y el beneficio en sí se llama Jojmá (heb: Sabiduría), que viene a ser la esencia misma de la Shefa. Por eso, Kéteres llamado Ein Sof y “Emanante”. Pero Jojmá aún no recibe el nom­bre de “emanado”, pues todavía no hay un Kli en Jojmá; y esto es considerado una Luz sin un Kli.

Por ende, Jojmá también se considera como el Emanante; porque no es posible aprehender la Luz sin un Kli; y toda la diferencia que existe entre Kéter y Jojmá radica en que allí la raíz del emanado está más revelada.

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