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62. Desciende e incita, asciende y reclama

Lo escuché el 19 de Adar Álef, 29 de febrero de 1948

Desciende e incita; asciende y reclama. Uno siempre debe examinarse para ver si su Torá y su trabajo no descienden al abismo. Esto se debe a que su grandeza se mide a través del grado de adhesión con el Creador; es decir, de su nivel de anulamiento frente al Creador.

En otras palabras, su amor propio no merece consideración alguna, sino que, por el contrario, uno desea anularse por completo. Esto se debe a que, para quien trabaja en pos de recibir, la me­dida de su trabajo determina el nivel de grandeza de uno. En ese momento uno se vuelve un ser, un objeto y una entidad separada. En ese estado se torna difícil para uno anularse ante el Creador.

Sin embargo, cuando uno trabaja en pos de otorgar, y cuando completa su trabajo, o sea, una vez que ha corregido todas sus Kelim (va­sijas) de recepción para sí mismo” por medio de lo que posee de la raíz de su alma, ya no le queda nada más que hacer en el mundo. Enton­ces, resulta que uno debe pensar y concentrarse sólo en ese punto.

Si uno se encuentra en un estado de “descen­diendo e incitando”, esta es la señal que indica que está andando por la senda de la verdad. En otras palabras, su trabajo entero se encuentra en un estado de “descenso”. Cuando uno está bajo la autoridad de la Sitra Ajra, “asciende y recla­ma”. Esto quiere decir que se siente en un estado de ascenso y se queja de los otros. Sin embargo, quien trabaja con pureza siempre se reclama a sí mismo y considera que los demás están en un nivel mejor que el suyo.

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