You are here: Home / Biblioteca / Yehuda Ashlag (Baal HaSulam) / Shamati / 99. Malvado o justo no dirás

99. Malvado o justo no dirás

Lo escuché en Jerusalén el 21 de Ihiar

Rabí Janina Bar Papa dijo lo siguiente: ‘Ese ángel, el guardián del embarazo es llamado Lai­la (heb: Noche). Toma una gota, la coloca frente al Creador y dice ante Él: ‘Señor, ¿qué dará esta gota? ¿Será un héroe o un cobarde, un sabio o un necio, un rico o un indigente?’. Pero no mencio­nó ‘un malvado o un Tzadik (heb: Hombre Rec­to)’” ( Nidá 16b).

Debemos entender esto de acuerdo con la máxima que señala que un necio no puede ser Tzadik, tal como dijeron nuestros sabios: “Uno no comete pecado a menos que el espíritu de la necedad haya entrado en él”. Es tanto más cier­to aún con aquel que es necio todos los días de su vida. Por ende, quien nace siendo un necio, no tiene otra alternativa, pues ha sido condena­do a ser un necio. Por eso, el dicho que dice: “‘un malvado o un Tzadik no dirás’” es para que aquél pueda tener una alternativa. Pero, ¿cuál es el beneficio si no dijo ‘un Tzadik o un necio”? ¡Después de todo, si está condenado a ser un ne­cio, esto es lo mismo que ser condenado a ser un malvado!

También debemos comprender las siguientes palabras de nuestros sabios: Rabi Yojanán dijo: “El Creador vio que los Tzadikim (justos) son pocos; Él se paró y los plantó en cada genera­ción, tal como está escrito, que los pilares de la tierra son del Señor, y que Él colocó al mundo por encima de ellos’”. Y Rashi interpreta esto así: “’Colocó al mundo por encima de ellos’; o sea, Él los dispersó por todas las generaciones, para ser estructura, existencia y base para el sus­tento del mundo” (Y omá 38b).

“Son pocos” se refiere a que su número se está reduciendo. Por lo tanto, ¿qué hizo Él para que se propaguen? “Se paró y los plantó en cada generación”. Debemos preguntar lo siguien­te: “¿Cuál es el beneficio de plantarlos en cada generación, por medio de lo cual se multiplica­rán?”. Debemos comprender la diferencia entre el hecho de que todos los Tzadikim se encuentren en una sola generación, y que todos los Tzadikim estén dispersos a través de todas las generacio­nes, como lo interpreta Rashi. ¿Acaso el hecho de estar dispersos en muchas generaciones hace que los Tzadikim se propaguen?

Para entender lo dicho más arriba, debemos interpretar y ampliarlas palabras de nuestros sabios acerca de que el Creador sentencia a la gota a ser un sabio o un necio. Quiere decir que quien nace siendo débil, sin la fuerza necesaria para trascender su inclinación innata, y que nace sin carácter y sin talento alguno, debido a que durante el tiempo de preparación, cuando empie­za su servicio a Dios, uno debe estar calificado para recibir la Torá y la sabiduría, tal como está escrito “dará sabiduría a los sabios”, se pregunta lo siguiente: “¿Si ya son sabios, por qué aún ne­cesitan sabiduría? En lugar de eso debería decir esto otro: ‘dará sabiduría a los necios’.

Y luego explica que un sabio es aquel que as­pira a la sabiduría, aunque aún no la posea. En cambio, por causa de su deseo, entendiéndose por deseo un Kli, aquellos que tienen un deseo y un anhelo de sabiduría, ya poseen el Kli para poder iluminar a la sabiduría. De esto se despren­de que un necio es aquel que no tiene un deseo de sabiduría, y cuyo total deseo consiste única­mente en satisfacer sus necesidades personales. En términos de otorgamiento, un necio es com­pletamente incapaz de alcanzar ningún nivel de otorgamiento.

Por eso, quien nace con tales características, ¿cómo puede alcanzar el grado de Tzadikim? Re­sulta que no tiene otra alternativa. Por lo tanto, ¿cuál es el sentido de decir que “‘un Tzadik o un malvado no dirás’” si no tiene otra alternativa ? Después de todo, debido a que nació débil y ne­cio, ya no es capaz de tener otra opción, puesto que es incapaz de superar su propio estado y de aspirar a Su sabiduría.

Para comprender esto, que puede haber otra alternativa incluso para un necio, el Creador creó una corrección que nuestros sabios llaman “el Creador vio que los Tzadikim eran pocos; se paró y los plantó en cada generación”. Y preguntamos lo siguiente: “¿Cuál es el beneficio de esto?”.

Ahora podremos comprender este asunto. Se sabe que está prohibido vincularse con los mal­vados, aun cuando uno no actúe como ellos; esto está indicado en la siguiente frase: “no sentarse en el asiento de los desdeñosos”. Quiere decir que el pecado radica principalmente en tomar asiento entre los desdeñosos, aunque se esté sen­tado, se esté estudiando la Torá y siguiendo las Mitzvot. De lo contrario, la prohibición trataría acerca de la cancelación de la Torá y de las Mitz­vot. Pero en este caso, el mero hecho de sentarse entre ellos ya está prohibido, puesto que los pen­samientos y los deseos de un hombre se forman a partir de los de aquellos a quienes aprecia.

Y viceversa: si uno no posee un deseo y un an­helo por la espiritualidad, pero se encuentra entre personas que sí tienen ese deseo espiritual, y uno las aprecia y estima, entonces también extraerá la fuerza de ellos para sobreponerse; y lo mismo con sus deseos y aspiraciones, aunque de acuerdo con sus propios atributos, él mismo no tenga estos de­seos ni aspiraciones, ni la fuerza necesaria para trascender su propio estado. Pero según sea la im­portancia y trascendencia que les atribuya a estas personas, recibirá nuevas fuerzas.

Ahora podemos entender la frase menciona­da más arriba: “El Creador vio que los Tzadikim eran pocos”. Implica que no cualquier persona puede convertirse en un Tzadik, por carecer de las cualidades necesarias, según lo escrito acerca de haber nacido necio o débil; aún así, tiene una alternativa, y sus atributos personales no son ex­cusa alguna. Esto es, porque el Creador plantó a los Tzadikim en cada generación.

Por ende, una persona tiene la opción de ir a algún sitio donde haya Tzadikim. Y de aceptar su autoridad, y así recibir todas las fuerzas y cuali­dades que le falten por naturaleza. Las recibirá de los Tzadikim. Este es el beneficio obtenido de “los plantó en cada generación”, pues de este modo, cada generación tendrá a alguien a quien dirigirse y apegarse, y de quien recibir las fuer­zas necesarias para ascender al nivel de un Tza­dik. De esta forma, posteriormente ellos también se vuelven justos.

Entonces, resulta que el hecho de que “Un malvado o un Tzadik no dirás ” sugiere que tiene una alternativa: puede ir a apegarse a los Tza­dikim para que sean su guía, y a través de ellos, recibir la fuerza a través de la cual luego pueda también convertirse en un Tzadik.

Sin embargo, si todos los Tzadikim se encon­trasen en la misma generación, los necios no po­drían tener esperanza de aproximarse al Creador; no tendrían una alternativa. Pero, al dispersar a los Tzadikim en las distintas generaciones, cada persona tiene el poder de elegir aproximarse y apegarse a los Tzadikim que existen en su res­pectiva generación. De lo contrario, la Torá sería una poción de muerte.

Podemos entender esto a través del siguiente ejemplo del mundo físico: Cuando dos personas están una frente a otra, el lado derecho de una está frente al izquierdo de la otra, y el lado izquierda de la primera está frente al lado derecho de la segunda. Existen dos caminos: el de la derecha, que es el de los Tzadikim cuyo interés consiste únicamente en otorgar; y el de la izquierda, cuyo interés consiste en recibir sólo para sí mismos, a causa de lo cual se separan del Creador, que es otorgamiento puro. De este modo, naturalmente quedan separados de la Vida de las Vidas.

Esta es la razón por la cual a los malvados se les denomina “muertos” en vida. Resulta que cuando uno todavía no ha alcanzado la Dvekut (heb: Adhesión) con el Creador, estos son dos. Entonces, cuando uno aprende Torá, denomina­da derecha, y está a la izquierda del Creador, es decir que estudia sólo en beneficio propio, esto lo separa de él. Es decir que su Torá se convierte en una “poción de muerte” para él. Porque per­manece separado, pues desea que su Torá vista su cuerpo (físico). Significa que pretende que la Torá le proporcione algo para su cuerpo, y esto hace que la misma se convierta en una poción de muerte.

No obstante, cuando una persona se adhiere a Él, se establece una única autoridad y la per­sona se une a Su unicidad. De esta manera, el lado derecho de la persona es el lado derecho del Creador; y así el cuerpo se vuelve una vestidura para su alma.

La manera de saber si uno está caminando por la senda de la verdad, es confirmando que cada vez que se involucre con las necesidades de su cuerpo, lo haga sólo en la medida necesaria que corresponda a los requerimientos de su alma. Y cuando uno piensa que tiene más de lo que nece­sitaría para cubrir lo requerido por su alma, debe hacer como hace con las ropas que uno viste so­bre el cuerpo. En este caso, la persona cuida de que sus ropas no le queden pequeñas ni grandes, sino que sean del tamaño exacto para su cuerpo. De forma similar, cuando se ocupa de las nece­sidades de su cuerpo, debe ser cuidadoso de no tomar más de lo específicamente necesario para su alma; es decir, para vestir su alma.

Alcanzar la adhesión con el Creador es algo que no todos aquellos que desean unirse al Él pueden conseguir por sí mismos, ya que esto se opone a la naturaleza propia del hombre; pues el hombre fue creado con el deseo de recibir, y este es el amor propio. Por eso, necesitamos a los Tzadikim de la generación.

Cuando una persona se apega a un verdadero Rav, cuyo único deseo es hacer el bien, pero la persona siente que es incapaz de realizar buenas obras y de trabajar con la única intención de otor­garle y satisfacer al Creador, al apegarse a este verdadero Rav, y tratando de agradar a su Rav, es decir, realizando aquellas cosas que su Rav apre­cia, y despreciando lo mismo que su Rav despre­cia. Así, alcanza Dvekut con su Rav y recibe los poderes de este incluso aquellas cualidades que no son innatas en él. Este es el objetivo de haber plantado Tzadikim en cada generación.

No obstante, aun así cuesta entender por qué es necesario plantar a los Tzadikim en cada gene­ración. Hemos dicho que era para el bien de los necios y los débiles. Pero podría haberse resuelto esto con una solución diferente: ¡no crear necios! ¿Quién hizo decidir que determinada gota llegue a ser un débil o un necio? Podría haber determi­nado que todos llegaran a ser listos y sabios.

La respuesta es que los necios también son ne­cesarios, ya que son los portadores del deseo de recibir. Ellos ven que no tienen los medios para acercarse al Creador, y por eso son como aqué­llos respecto de los cuales está escrito lo siguien­te: “Y cuando salgan, verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra Mí; porque su gusano no morirá, ni su fuego se apagará; y serán el horror de toda la humanidad”. Se han conver­tido en las cenizas bajo los pies de los Tzadikim, por medio de las cuales estos puedan reconocer el bien que el Señor ha hecho por ellos al haber­los creado sabios y fuertes, gracias a lo cual Él los ha acercado más hacia Sí.

Por ende, ahora pueden agradecer y alabar al Creador, pues ven el ínfimo estado en el que se encuentran. Y esto se llama “cenizas bajo los pies de los Tzadikim”, ya que los Tzadikim cami­nan pisando sobre ellas, y de este modo agrade­cen al Creador.

Pero debemos saber que los grados inferiores también son necesarios. El (estado de) Katnut (heb: Pequeñez) de un grado no se considera su­perfluo, ni puede decirse que sería mejor que los grados de Katnut ya surgieran directamente en un estado de Gadlut (heb: Grandeza, Adultez).

Ocurre lo mismo que con el cuerpo físico, en el que hay órganos que ciertamente son esencia­les, tales como el cerebro, los ojos, etc.; y otros órganos que no son tan esenciales, en principio, como el estómago, los intestinos, los dedos de las manos, los dedos de los pies, etc. Pero no po­demos decir que ninguno de estos órganos que ejecutan tareas “no tan esenciales” sea redun­dante. Por el contrario, todos son importantes. Y sucede lo mismo en la espiritualidad: también necesitamos a los necios y a los débiles.

Ahora podemos comprender lo que está escri­to acerca de que el Creador dijo: “Vuelve a Mí y Yo volveré a ti”. Quiere decir que el Creador dice: “Vuelve”, e Israel dice lo opuesto: “tráenos de vuelta, Señor, y así retornaremos”.

Esto hace referencia a que durante el decai­miento en el Trabajo, el Creador dice primero “Vuelve”. Esto provoca, en la persona, un as­censo en el Trabajo de Dios; y uno comienza a clamar: “Tráenos de vuelta”. Sin embargo, du­rante el decaimiento uno no clama: “Tráenos de vuelta”, sino que huye del Trabajo.

Por lo tanto, uno debe saber que cuando cla­ma “tráenos de vuelta”, esto es el resultado de la Itorerut (heb: Despertar) venida de lo Alto, ya que el Creador anteriormente había dicho “Vuel­ve”, gracias a lo cual uno asciende y puede decir “tráenos de vuelta”.

Este es el sentido del siguiente fragmento: “Y sucedía que cuando el arca se ponía en marcha, Moisés decía: ‘¡Levántate, oh Señor! Y sean dis­persados Tus enemigos”. Al decir que se ponían en marcha (en hebreo se usa la palabra “viajan­do”) se refiere a que están avanzando en el servi­cio al Creador, lo cual corresponde a un tiempo de ascenso. Entonces, Moisés dijo “Levántate”. Y cuando descansaron, dijo: “Vuelve”. Y durante el descanso del servicio a Dios, necesitamos que el Creador diga “Vuelve”, que significa “Vuelve a Mí”, e implica que el Creador provee la Ito­rerut. Por eso, uno debe saber cuándo correspon­de decir “levántate” o “vuelve”.

Este es el sentido de lo que está escrito en Pa­rashat Akev: “Y recordarás todo el camino… para saber qué hay en tu corazón, si tú estás dispuesto a observar sus Mandamientos o no”. “Guardarías Sus mandamientos” se interpreta como “Vuelve”. “O no” se interpreta como “Levántate”. Y resul­ta que necesitamos ambos. Y el Rav sabe cuándo corresponde “Levántate” y cuándo corresponde “Vuelve”, ya que los cuarenta y dos senderos re­presentan una cuestión de ascensos y descensos que surgen en el servicio a Dios.

Back to top