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214. Conocido en las puertas

Lo escuché en Shavuot (heb: Pentecostés), Jerusalén, 1939

“Yo soy el Señor tu Dios” (Éxodo 20:2). Ade­más, en El Zóhar, “conocido en las puertas” (Proverbios 31:23). Pregunta: ¿Por qué nuestros sabios cambiaron la expresión escrita “la entre­ga de la Torá” que se usaba para denominar el feriado de Pentecostés? En la Torá se lo especifi­ca a través del nombre “ofrenda de los primeros frutos”, tal como está escrito (Números 28:26): “También guardarás la fiesta de la siega de los primeros frutos”. Nuestros sabios vinieron y lo denominaron “la entrega de nuestra Torá.

El hecho es que nuestros sabios no cambiaron nada, sino que solamente interpretaron la cues­tión de la ofrenda del primer fruto. Está escri­to: “Gócese el campo y todo lo que en él hay. Entonces todos los árboles del bosque rebosarán de contento” (Salmos 96:12). La diferencia entre un campo y un bosque de leña radica en que el campo da frutos y el bosque de leña consiste de árboles no fértiles que no dan frutos.

Esto significa que un campo es entendido como Maljut, que representa aceptación de la carga del Reino de los Cielos, que a su vez repre­senta la fe por encima de la razón.

¿Pero cuál es el nivel de la fe? Esto tiene una medida, pues debe ser llenada en el mismo grado que el conocimiento. Así, será llamado “un cam­po que el Señor ha bendecido” (Génesis 27:27); o sea, que da fruto. Esta es la única manera a través del a cual es posible adherirse a Él, porque no le adjudica límites a uno, por ser “por encima de la razón”.

El conocimiento, en cambio, es limitado. El nivel de la grandeza está de acuerdo con la me­dida del conocimiento. Y esto recibe el nombre de “otro Dios es estéril y no da fruto”. Por esta razón se le llama “bosque de leña”. Pero en todo caso, ambos son llamados “bordes”. Pero tiene que existir un discernimiento de la línea del me­dio, pues también necesita al conocimiento. Pero esto ha de ser sólo bajo la condición de que no sabotee a la fe por encima de la razón.

Aún así, si uno trabaja un poco mejor con el co­nocimiento que con la fe, inmediatamente pierde todo. Uno debe procurar poseer ambos, pero sin diferencia alguna entre ellos. Entonces, dice: “Gó­cese el campo y todo lo que en él hay. Entonces todos los árboles del bosque cantaran con gozo”, pues en ese momento habrá corrección aun para “otro dios”, entendido aquí como “el bosque de leña”, pues habrá de fortalecerse en la fe.

A esto se refiere lo que está escrito sobre Abraham: “anda delante de Mí y se pleno y per­fecto” (Génesis 17:1). Rashi interpreta esto di­ciendo que Abraham no necesitaba asistencia. Y acerca de Nóaj (heb: Noé) está escrito que “ Nóaj caminó junto con Dios” (Génesis 6:9); o sea, él sí necesitaba asistencia, aunque en última instancia esta es asistencia del Creador. Pero lo peor que puede ocurrir es necesitar el soporte de las (de­más) personas.

Existen las siguientes dos consideraciones al respecto:

  1. Un presente.

  2. Un prestamo.

El presente que uno acepta de la gente repre­senta la aceptación de su asistencia. Y cuando uno recibe un presente, no desea devolverlo, sino que desea usarlo para el resto de su vida.

Y un prestamo es aquello que uno toma tem­poralmente, durante el tiempo en que no tenga fuerza ni poder propio, pero que sin embargo tiene esperanza de adquirir la fuerza necesaria a través del Trabajo y Labor dentro del marco de la Santidad y de la pureza. En ese momento devuelve la asistencia que había tomado (presta­da). Pero esto tampoco es bueno; pues si no es recompensado con cierto grado de realización, entonces habrá de caer de todas formas. Y déjennos volver al asunto que dice que la “en­trega de la Torá”, y no la “recepción de la Torá”, ocurrió porque en ese entonces fueron recompen­sados con el Dador de la Torá. De acuerdo con lo anterior, está escrito: “deseamos ver a nuestro Rey”. Por ende, la importancia de esto es que fue­ron recompensados con “el Dador de la Torá”. Y entonces recibe el nombre de “un campo que el Se­ñor ha bendecido”; o sea, un campo que da frutos.

Este es el significado del primer fruto, el pri­mer fruto del campo. Es una señal de haber sido recompensado con “el Dador de la Torá” y con una consciencia plena. Por eso dice: “Mi padre fue un arameo errante” (Deuteronomio 26:5). Previamente uno había pasado por descensos y situaciones difíciles; pero ahora se encuentra en un estado de conexión sostenible. Por esta razón, nuestros sabios interpretaron la cuestión del pri­mero fruto diciendo que la “entrega de la Torá” ha de ser ganada junto con “el Dador de la Torá”.

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