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236. Mis adversarios me injurian todo el día

Tishrey 6, 17 de septiembre de 1942

“Porque el celo por Tu casa me ha consumido; y los insultos de los que Te injurian han caído sobre mí” (Salmos 69:9) (La traducción más li­teral dice “…mis adversarios me injurian todo el día”). Estos vituperios se manifiestan de varias formas:

  1. Durante el Trabajo, cuando uno realiza un acto de Mitzvá, el cuerpo (físico) le dice: “¿Qué obtendrás a cambio de eso? ¿Qué beneficio?”. Por eso, incluso cuando prevalece y consigue hacerlo coaccionadamente, esta Mitzvá aún es considerada una carga. Esto suscita el siguiente cuestionamiento: Si realmente está observando el mandamiento del Rey y Le está sirviendo, de­bería sentirse feliz, ya que es natural que quien esté sirviendo al Rey se alegre por ello. Pero aquí sucede lo contrario. Entonces, resulta que aquí uno se siente en un estado de imprecar y de inju­riar; y esta coacción le prueba que realmente no cree estar sirviendo al Rey, y que no existe peor injuria que ésa.

  2. O, puede ocurrir que descubra que no se en­cuentra adherido al Creador el día entero, puesto que no lo percibe como algo real; y ciertamente resulta imposible estar adherido a una cosa va­cía. Por lo tanto, cambia su mente, que se en­cuentra dirigida hacia el Creador, hacia otro lado (mientras que algo real, allí donde hay placer, es difícil de olvidar. Y si deseara cambiar su mente de dirección, debería hacer un gran esfuerzo para borrar esto de su mente). Esto se llama: “mis ad­versarios me injurian todo el día”.

Esto aplica a toda persona, pero la diferencia radica en la sensación. Sin embargo, aun si uno no lo siente, esto se debe a que no ha prestado la atención necesaria para observar este estado tal como realmente es. Es similar a aquél que tie­ne un agujero en el bolsillo, por el cual caen las monedas, y así termina perdiendo todo su dine­ro. No hace ninguna diferencia el hecho de que sepa o no que tiene un agujero en el bolsillo. La única diferencia está en que, si sabe que tiene un agujero, entonces podrá arreglarlo. Pero esto no cambia el hecho de que habrá de seguir perdien­do el dinero que haya de colocar allí dentro. Por lo tanto, cuando nota de qué manera el cuerpo, llamado “mis adversarios”, condena al Creador, la persona dice: “Porque el celo por Tu casa me ha consumido”, y desea corregirlo.

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