Autor: Rav Dr. Laitman
Cuando el hombre
mira objetivamente las situaciones y la condición humana que le
rodea, obtiene una verdadera apreciación de la Creación. La
existencia del Creador tiene implicaciones para nosotros, de acuerdo
con los cabalistas que han actualizado la inherente habilidad de
comunicarse directamente con Él. Si Él controla cada cosa y crea las
situaciones en las que constantemente nosotros mismos nos
encontramos, entonces lo más sensible por hacer es estar
permanentemente unido a Él y mientras más cerca, mejor.
Pero si tratamos
con fuerza y tenemos éxito en alcanzar esta comprensión, entonces,
debido a que el Creador está escondido de nuestras percepciones,
sentiríamos como si estuviéramos suspendidos en el aire, sin ningún
apoyo. Porque, sin ver, sentir u oír, sin ninguna entrada sensorial,
estaríamos como llorando en el desierto.
Entonces, ¿por qué
el Creador nos ha hecho de tal forma que no podamos percibirlo a Él?
Más aún, ¿por qué se esconde Él de nosotros?, ¿por qué, aun cuando el
hombre lo llama, Él no responde, sino que prefiere afectarnos en un
forma oculta, detrás de la naturaleza o de otra gente?
Si Él estuviera
dispuesto a corregirnos, por ejemplo, enmendar Su propio “error” en
la Creación, Él podría haberlo hecho mucho tiempo atrás, ya sea
disimulada o abiertamente. Si Él se nos revelara a Sí mismo, todos
nosotros lo veríamos y lo apreciaríamos con los sentidos e
inteligencia que Él nos ha otorgado, y seguramente entonces sabríamos
qué hacer y cómo hacerlo en el mundo que Él creó supuestamente para
nosotros.
Paradójicamente,
tan pronto como el hombre se esfuerce por alcanzar al Creador, para
sentirlo, para estar cerca de Él, siente que su anhelo por el
Creador se desvanece, desaparece. Pero si el Creador nos da todas
nuestras experiencias ¿por qué priva de su deseo a quienes quieren
percibirlo, poniendo varios obstáculos en el camino de sus intentos
para percibir a su Hacedor?
Los intentos del
hombre para acercarse al Creador, la negativa del Creador y el
sufrimiento que Él inflinge en quienes lo buscan, ¡puede continuar
por años! Ocasionalmente, en su desesperación, la persona puede
sentir que el orgullo y arrogancia de la que le han dicho debe
deshacerse, ¡es infinitamente más característica del Creador!
Contrario al
estatuto de que el Creador es misericordioso, especialmente con
aquellos que lo buscan, el hombre no recibe respuesta a sus lágrimas
y súplicas. Si nosotros mismos podemos cambiar algo en nuestras
vidas, esto significa que Él nos ha dado libre voluntad pero no
suficiente conocimiento para evitar el sufrimiento de nuestra
existencia y desarrollo.
Y si no hay libre
voluntad, ¿qué puede entonces parecer más cruel que hacernos sufrir
sin sentido por décadas en el mundo cruel que fue creado por Él? De
seguro, semejantes penas pueden continuar indefinidamente, porque si
el Creador es la causa de nuestra condición, entonces nosotros
tenemos mucho de qué criticarlo y culparlo, que es lo que nuestro
corazón hace.
Si el hombre esta
disgustado con algo, culpa al Creador por sentirse así, aún sin
dirigirse en realidad a Él, aún si no cree en la existencia del
Creador porque el creador ve todo lo que está pasando en el corazón
del hombre.
Cada uno de
nosotros está en lo correcto en lo que asegura, sea lo que sea,
porque nosotros aseguramos lo que estamos percibiendo en ese momento
con nuestros propios sentidos y analizándolo con nuestra
inteligencia. Esos que han tenido una vasta experiencia de vida
saben cómo han cambiado sus puntos de vista a través de los años.
No es que se diga
que antes estábamos equivocados y que ahora estamos en lo correcto,
porque nuestro punto de vista presente está también equivocado, como
lo veremos mañana. Por lo tanto, las conclusiones que hacemos en
cualquier situación son correctas para esa situación particular, aún
más puede que estén en oposición directa a nuestras conclusiones
hechas en otras situaciones.
Por la misma
razón, no podemos razonar acerca de otros mundos o sus leyes o
juzgarlos con base a nuestro propio criterio: el criterio de nuestro
mundo. Nosotros no poseemos inteligencia sobrenatural, percepciones
o conceptos y por lo tanto, no podemos juzgar y dar un juicio porque
herramos constantemente aún dentro de los limites de nuestro mundo.
Sólo el que posee
cualidades sobrenaturales puede juzgar lo sobrenatural. Si al mismo
tiempo también posee cualidades naturales, entonces él puede al
menos describir lo sobrenatural ante nosotros. Una persona con estas
características puede ser solamente un cabalista, una persona de
nuestro mundo, creada con las mismas cualidades que cada uno de
nosotros y al mismo tiempo otras cualidades dadas por los cielos que
lo habilitan a decirnos qué es lo que esta pasando en ese otro
mundo.
Esto es por lo que
el Creador permitió a algunos cabalistas revelar su conocimiento a
un amplio estrato de la sociedad, para ayudar a otros a aprender
cómo comunicarse con Él. los cabalistas nos explican en términos que
podemos comprender que la estructura y funcionamiento de la mente en
el sobrenatural mundo espiritual, están basados en leyes contrarias
al nuestro.
No hay una pared
que separe a nuestro mundo del sobrenatural mundo espiritual. Pero
el hecho de que el mundo espiritual es, de acuerdo a sus
propiedades, un anti-mundo, lo localiza mucho mas allá de nuestra
percepción, tanto que después de que nacemos en nuestro mundo,
olvidamos por completo todo acerca de nuestra pasada anti-condición.
Naturalmente, la única forma que tiene el hombre de percibir este
anti-mundo es adquiriendo su naturaleza, su razón y sus cualidades.
¿Cómo y en que debemos cambiar nuestra naturaleza hacia la
opuesta?
La ley básica del
mundo espiritual es el absoluto altruismo. ¿Cómo puede el hombre
adquirir esta cualidad? los cabalistas sugieren que hagamos una
transformación dentro de nosotros mismos. Es sólo este acto interior
el que habilita al hombre a percibir el mundo espiritual y empezar a
vivir en ambos mundos simultáneamente. Esto es llamado “Fe por encima de la razón.”
En nuestro mundo
somos guiados por nuestra razón en todo lo que hacemos. Solamente
razón, i.e. puro razonamiento egocéntrico y calculador, es la base
de todos nuestros deseos y actos. Nuestra razón calcula la cantidad
de placer que experimentamos y la compara con la cantidad de dolor
causado por los esfuerzos hechos para alcanzar ese placer, sustrae
uno del otro y produce un deseo resultante: el esforzarse hacia el
placer o preferir la paz. Este enfoque “razonable” de nuestros
alrededores es llamado “Fe dentro de la razón”, cuando la razón
determina la fe.
El hombre
frecuentemente actúa sin ningún cálculo de beneficio o esfuerzo,
como por ejemplo, un fanático o una persona condicionada a actuar de
cierta forma. Estos actos “ciegos” son llamados actos de “Fe por encima de la razón”, porque ellos son determinados al seguir
ciegamente las decisiones hechas por alguien más, en lugar de
hacerlas por medio de la razón o cálculo alguno. O más aún, los
actos del hombre son dictados por su educación, la cual se ha
convertido en su segunda naturaleza a dicho extremo, teniendo que
hacer un esfuerzo para contenerse a sí mismo de actuar de la forma
en que él esta condicionado y, por lo tanto, a actuar automáticamente
por la fuerza del hábito. Cada uno de nosotros hace muchas cosas por
motivos similares.
El mundo
espiritual es un mundo altruista. Todos los deseos y actos que
existen son dictados, no por la razón del hombre o egocentrismo,
sino por fe; es decir, por el sentido del Creador.
La transición de
vivir de acuerdo con las leyes de nuestro mundo a vivir de acuerdo
con las leyes del mundo espiritual requiere que dos condiciones se
cumplan. Descartar completamente los argumentos de la razón, es para
el hombre como si estuviese desprovisto de las bases para sus
acciones, falto de apoyo. Suspendido en el aire, él se sujeta del
Creador con ambas manos, sólo el Creador determinará las acciones
del hombre. Hablando de cierta forma, el hombre reemplaza su cabeza
con la del Creador, actúa contrario a su propia razón, localiza la
voluntad del Creador arriba de la suya. Esto es por lo que su
comportamiento es llamado“Fe por encima de la razón”.
Habiendo cumplido
con esto, el hombre empieza a percibir ambos mundos el nuestro y el
espiritual y descubre que ambos funcionan de acuerdo a la misma ley
espiritual “Fe arriba de razón”.
Este deseo en la
parte del hombre para suprimir su razón y ser guiado sólo por su
deseo de darse a sí mismo al Creador es el vaso espiritual en el
cual recibe todas las sensaciones y descubrimientos espirituales. La
“capacidad” de ese vaso, es decir, la capacidad de la razón
espiritual del hombre está determinada por la capacidad de la razón
terrenal egocéntrica que está tratando de suprimir.
Con el propósito
de incrementar la capacidad del vaso espiritual del hombre, el
Creador constantemente genera en él grandes y más grandes obstáculos
en el camino de “Fe por encima de la razón”, intensificando
gradualmente sus deseos egocéntricos y dudas del gobierno del
Creador. Esto permite al hombre sobreponerse gradualmente a esos
obstáculos, desarrollando así más y más poderosos deseos altruistas,
incrementando la capacidad de su vaso espiritual y percibiendo mejor
y mejor al Creador en el mundo de su igualdad con Él.
Si un hombre puede
mentalmente sujetarse al Creador con ambas manos, es decir,
ignorando el avance crítico de la razón y regocijándose en el hecho
de que dicha oportunidad se haya presentado por sí misma, y si puede
fortalecer esta condición por al menos un instante, él verá qué
maravilloso es este estado. Es en este nivel donde él ha alcanzado
la real y eterna verdad que no cambiará mañana, como lo han hecho
sus creencias anteriores, porque ahora él está unido con el eterno
Creador y considera todos los sucesos a través de esta verdad
solamente.
Como ha sido
mencionado más de una vez anteriormente, el progreso sólo es posible
a lo largo de tres líneas paralelas simultáneamente, siendo la del
lado derecho: la fe, y la del izquierdo: de la comprensión o
cognición. Esas dos líneas están en disparidad porque mutuamente se
contradicen. Por lo tanto, la única forma de balancearlas mutuamente
es por medio de la línea central, hecha al mismo tiempo de ambas. La
de la derecha y la de la izquierda son de semejante comportamiento
espiritual, donde la razón es utilizada de acuerdo con la fuerza de la
fe.
Todos los objetos
espirituales, en el orden en que son hechos por el Creador puede
decirse que están contenidos totalmente en Él. Todo lo que sea
cubierto por el Creador en el universo existe sólo relativo a las
criaturas; todo esto es un producto de la criatura original llamada
Maljut. Todos los mundos y criaturas, todo excepto el Creador son
una simple criatura: Maljut, o la raíz, la fuente de todas las
criaturas, que se divide en varias partes mucho más pequeñas.
Al conjunto de
éstas se le llama shejiná. Y la Luz del Creador, Su presencia, Él
mismo llenando la Shejiná, es llamada Shojen.
El tiempo
requerido para que todas las partes de la Shejiná sean llenadas
completamente es llamado Tiempo de Corrección. Durante este tiempo
las criaturas hacen correcciones en sus partes de Maljut, cada una
en su respectiva parte de la que fue creada.
Hasta el momento
que el Creador pueda estar completamente unido con las criaturas, es
decir, hasta que él se revele a sí mismo por completo a ellas, hasta
que la Shojén llene la Shejiná, la condición de Shejiná o de las
criaturas de la que esta consiste, es llamada el Desvanecimiento de
Shejiná (del Creador). Debido a que en esta condición no hay
perfección en los mundos superiores y en lo que respecta a nuestro
mundo, el más bajo de todos, donde cada criatura debe también
transformarse completamente conciente del Creador, hasta entonces
todos estarán ocupados satisfaciendo el insignificante deseo de
nuestro mundo y siguiendo ciegamente las demandas de la propia
carne.
Esta condición del
alma es llamada Shejiná en cenizas, donde cada uno ve los placeres
puramente espirituales como una imaginación sin sentido. Esta
condición es llamada el Sufrimiento de la Shejiná.
Todo el
sufrimiento del hombre se sustenta en el hecho de que está obligado
desde arriba a rechazar completamente todo el sentido común y
proceder ciegamente, para ubicar a todo “Por encima de la razón”.
Cuan mayor sea la
razón y el conocimiento que posea, cuanto más fuerte y más
inteligente sea, más difícil le será transitar la senda de la fe, y
por su puesto, lo peor es que sufrirá a cuenta de rechazar su
sentido común.
Por ningún motivo,
quien haya escogido esta forma particular de desarrollo espiritual,
estará de acuerdo con el Creador. En su corazón él maldice la
necesidad de dicho camino y por ninguna auto-persuasión justificaría
al Creador. No puede soportar semejante condición carente de apoyo
de ningún tipo, hasta que el Creador lo ayuda y le revela la
película completa de la Creación.
Cuando el hombre
siente que está en un estado de elevación espiritual, que todos sus
deseos están enfocados solamente en el Creador, entonces es el mejor
tiempo para ocuparse en libros de la Cabalá, con el propósito de
entender su significado interior. Aunque tal vez pueda sentir que no
alcanza a entender nada a pesar de sus esfuerzos, es necesario de
todas formas ahondar en la Cabalá una y otra vez, cientos de veces y
no desesperar al fallar en entender algo.
El significado de
esos esfuerzos radica en el empeño que ejerce el hombre por
comprender los misterios de la Cabalá, sus plegarias para que las
manifestaciones del Creador le sean reveladas, que el Creador
satisfaga esos anhelos.
Hay una regla:
El esfuerzo puesto en alcanzar algo incrementa el deseo por
obtenerlo y la fuerza de ese deseo es determinada por el sufrimiento
causado por la ausencia de lo que deseamos. La oración es el
sufrimiento en sí mismo, no expresado en palabras sino sentida
dentro del corazón.
Partiendo de esto,
podemos entender que sólo después de un esfuerzo extenuante por
alcanzar lo que se desea el hombre puede orar tan sinceramente que
recibirá lo que pide.
Si durante los
intentos por ahondar en el libro, nuestro corazón no está lo
suficientemente libre de pensamientos extraños, entonces la mente no
será capaz de dedicarse exclusivamente a los estudios, porque la
mente obedece al corazón.
A fin de que el
Creador oiga la plegaria, ésta deberá venir de lo más profundo del
corazón; es decir, todos los deseos de uno deben estar concentrados
en esa plegaria. Eso es por lo que debemos ahondar en el libro
cientos de veces, aún sin entender nada, sólo para alcanzar un
verdadero deseo y que el Creador pueda oírlo.
Un verdadero deseo
es el que no deja espacio para ningún otro deseo. Al mismo tiempo,
mientras se estudia la Cabalá, uno estudia las acciones del Creador
y por lo tanto, se acerca más a Él y gradualmente se vuelve
merecedor de comprender lo que estudia.
La fe, es decir,
la conciencia del Creador debe ser tal que uno sienta que está en la
presencia del Rey del universo. Entonces, sin duda, él se encontrará
envuelto con el sentimiento necesario de amor y miedo.
Hasta que él
alcance dicha fe, deberá siempre esforzarse por ella, porque
solamente este sentimiento le da el derecho a una vida espiritual y
lo previene de caer en el egocentrismo y de nuevo volverse un
buscador de placer. La necesidad de esta conciencia del Creador debe
ser constante, hasta que se vuelva un hábito, como una necesidad
permanente por el ser amado que hace la vida sin él o ella,
insoportable.
Todo lo que rodea
al hombre ahoga a propósito esta necesidad, porque experimentar
placer de algo reduce instantáneamente la punzada del hueco
espiritual. Por lo tanto, mientras disfrutamos los placeres de
nuestro mundo, es vital evitar que esos placeres ahoguen la
necesidad de percibir al Creador, robando así las sensaciones
espirituales.
En general, la
compulsión interior de percibir al Creador es peculiar sólo en el
hombre, no en todos con la apariencia externa de hombre.
Esta compulsión
procede de la necesidad del hombre de entender lo que es y de
comprenderse a sí mismo y su propósito en el mundo, la fuente de su
origen. Esta es la búsqueda por respuestas acerca de nosotros mismos
que nos lleva a la necesidad de buscar la fuente de la vida.
El mismo impulso hace
que no escatimemos esfuerzo en resolver todos los
misterios de la naturaleza, no dejando misterio sin resolver ya sea
dentro de nosotros mismos o en nuestro medio ambiente. Pero, sólo el
anhelo de percibir al Creador es verdadero, ya que Él es la fuente
de todo y por sobre todo, Él nos creo. Por lo tanto, aún si el
hombre estuviera solo en nuestro mundo o en otros mundos, la
búsqueda de sí mismo lo llevaría a la búsqueda del Creador.
Existen dos
caminos en la percepción de la influencia del Creador sobre sus
criaturas. El camino de la mano derecha representa el control
personal del Creador sobre cada uno de nosotros, sin importar
nuestras acciones.
El camino de la
mano izquierda representa el control del Creador sobre cada uno de
nosotros dependiendo de nuestras acciones o en otras palabras, el
castigo por las obras malas y la recompensa por las buenas.
Cuando el hombre
escoge el tiempo para estar en el camino de la mano derecha, él debe
decirse a sí mismo que todo lo que pasa, sucede sólo por la voluntad
del Creador, de acuerdo a su plan y nada depende del hombre mismo.
En este caso, él no tiene méritos ni faltas, todas sus acciones
están motivadas por los anhelos que se le dan del exterior.
Por lo tanto, debe
agradecerle al Creador por todo lo que ha recibido de Él y al darse
cuenta que el Creador lo guía a la eternidad, el hombre podrá sentir
el amor por el Creador.
Cualquier progreso
es posible con la única condición de la comBináción correcta del
camino de la mano derecha e izquierda, exactamente a medio camino
entre ellas. Aún si el hombre empieza en el camino correcto desde el
punto de inicio pero no sabe cómo revisar regularmente y corregir su
dirección, él seguramente se desviará de la dirección correcta.
Es más, si él se
desvía un milímetro en cualquier punto de su jornada, entonces, aún
si continúa moviéndose en la dirección correcta, su error se
incrementara con cada paso y se estará alejando cada vez más de su
meta.
Antes de descender
las escaleras espirituales, nuestra alma es parte del Creador, Su
punto más pequeño. Este punto es llamado la Raíz del Alma.
El Creador
localiza el alma en el cuerpo de forma que ésta, al encontrarse en
el cuerpo, se eleve y supere los deseos del cuerpo y se una con el
Creador de nuevo.
En otras palabras,
el alma es localizada en el cuerpo (lo que es el nacimiento de una
persona en nuestro mundo), de tal forma que superando los deseos del
cuerpo y a pesar de ellos, ésta pueda ascender incluso durante el
tiempo de vida de la persona, al nivel que poseía antes de descender.
Mientras se
superan los deseos de la carne, el alma asciende al mismo nivel
espiritual del cual descendió, experimentando mayores placeres que
los que tenía en su estado inicial, cuando era parte del Creador y
se convierte en un cuerpo espiritual voluminoso 620 veces más grande
que el punto original donde se encontraba antes de descender a
nuestro mundo.
De esta manera, en
su estado completo el cuerpo espiritual del alma consiste en 620
partes u órganos. Cada parte u órgano es llamado mandamiento. La Luz
del Creador, la cual se deriva del Creador mismo y que es la misma
cosa que llena cada parte del alma es llamada Torá.
El verdadero
camino a esta meta circula a lo largo del punto central, el cual
representa la fusión en un concepto de los siguientes tres
componentes: el propio hombre, el camino que debe seguir y el
Creador.
En verdad, los
tres objetos de la creación están presentes: el hombre esforzándose
para regresar al Creador, el Creador (la meta hacia la cual el
hombre se esfuerza) y el camino que seguirá el hombre para poder
alcanzar al Creador.
Como se ha dicho
muchas veces, nadie existe verdaderamente sino sólo el Creador y
nosotros no somos más que sus criaturas dotadas con un sentido de
nuestra propia existencia. El hombre llega a notar y percibir esta
claridad en el curso de su ascenso espiritual.
Todas nuestras
percepciones, o más bien, las percepciones que vemos como nuestras,
son sólo respuestas a Sus actos producidas en nosotros por Él; por
ejemplo, al final nuestros sentimientos son lo que Él quiere que
nosotros sintamos.
Pero hasta que el
hombre alcanza un completo entendimiento de esta verdad, ve los tres
objetos de la Creación (A sí mismo, al camino que lleva al Creador y
al Creador mismo) como tres objetos separados, en lugar del único
todo.
No obstante, una
vez que el hombre ha alcanzado el estado final de su desarrollo
espiritual, es decir, ascender al mismo nivel del cual su alma
descendió -pero esta vez cargando con deseos de la carne-, acepta al
Creador completamente dentro de su cuerpo espiritual lo cual
comprende toda la Torá, toda la Luz del Creador y al Creador mismo.
Así, los tres objetos que estaban separados en la percepción del
hombre - el hombre, su camino y el Creador - se fusionan para
convertirse en un solo objeto: el cuerpo espiritual lleno con la
Luz.
Por lo tanto, para
asegurar este avance correcto el hombre debe hacer una introspección
regularmente mientras procede en su camino, a fin de estar seguro de
que él se esfuerza por los tres objetos hasta el momento separados
en su percepción, con un deseo igualmente poderoso justo desde el
principio, como si estuviera uniéndolos en un estado temprano. La
forma en que debe ver estos al final de su camino y la forma en que
estos son realmente es la misma ahora, pero él aún no puede verlo
así debido a su propia imperfección.
Si se esfuerza por
uno de ellos más que por los otros, de inmediato se desviará del
verdadero camino. La forma más fácil de verificar si está en el
verdadero camino es luchar por comprender las características del
Creador con el propósito de fusionarse con Él.
Si yo no me ayudo
a mí mismo, entonces ¿quién me ayudará? Y si yo estoy solo para mí
mismo, no soy nada. Esta declaración contradictoria refleja la
actitud del hombre hacia sus esfuerzos por alcanzar su meta: por un
lado, el hombre debe asegurar que no hay nadie que lo pueda ayudar
sino el mismo y actuar con la certeza de que sus buenas obras serán
recompensadas, y sus malas obras castigadas, y que todas sus
acciones tienen consecuencias directas ya que él mismo es el
constructor de su propio futuro. Pero, por otra parte, debe decirse
a sí mismo, “¿quién soy yo para ser capaz de vencer a mi propia
naturaleza por mí mismo? Sin embargo, nadie puede ayudarme”.
Pero si todo pasa
de acuerdo al plan del Creador, entonces ¿qué tan buenos son los
esfuerzos del hombre? El hecho es que, como resultado del trabajo
propio del hombre basado en el principio de recompensa y castigo,
este adquiere de arriba el conocimiento del Gobierno del Creador y
asciende a un nivel de conciencia donde ve claramente que es el
Creador quien gobierna todo y que todo está previsto.
Pero él tiene que
alcanzar esta etapa primero y hasta que lo logre, no puede asegurar
que todo está en poder del Creador. Hasta que alcance dicho estado,
no puede vivir o actuar de acuerdo a estas leyes, porque no es la
forma en que percibe el mundo corre; es decir, el hombre debe actuar
solamente de acuerdo con las leyes de las cuales está conciente.
Sólo como
resultado de los esfuerzos del trabajo del hombre basado en los
principios de recompensa y castigo, merece la confianza completa del
Creador y el derecho de ver la verdadera película del mundo y la
forma en que este funciona. Sólo entonces, aunque puede ver que todo
depende del Creador, se esfuerza por sí mismo para conocerle.
Uno no puede sacar
los pensamientos y deseos egoístas de su corazón y dejarlo vació.
Solo al llenarlo con anhelos espirituales y altruistas en lugar de
deseos egoístas es como puede remplazar los viejos deseos por los
opuestos y destruir el egocentrismo.
Aquel que ama al
Creador está seguro de sentir repugnancia hacia el egocentrismo,
desde que sabe por su propia experiencia el daño hecho por
cualquiera de sus manifestaciones, pero no ve ningún medio para
deshacerse de este y se da cuenta claramente que está más allá de
sus poderes porque fue el mismo Creador quien dió esta
característica a Sus criaturas.
El hombre no puede
deshacerse del egocentrismo por sus propios esfuerzos, pero cuanto
más se de cuenta de que el egocentrismo es su enemigo y asesino
espiritual, más grande será su odio a este. Entonces, dicha voluntad
llevará al Creador a ayudarlo para vencer a ese enemigo, de tal
forma que aún el egocentrismo servirá a su propósito de elevación
espiritual.
En el Talmud
leemos: “Yo he creado el mundo sólo para los completamente rectos o
los completamente pecadores.” Que el mundo fuera creado para los
hombres rectos es aceptable, pero no es entendible por qué el mundo
no fue creado para aquellos que no son ni completamente rectos ni
completamente pecadores, ¿es posible que el Creador haya hecho todo
el universo para ellos?
El hombre
involuntariamente ve el gobierno del Creador en la forma que este
parece ser: tan bueno y amable si es agradable para él o tan malo
según esté sufriendo. Así es, el hombre considera al Creador bueno o
malo, dependiendo de cómo percibe su mundo.
Hay sólo dos
alternativas en la percepción del hombre del gobierno del Creador
sobre el mundo: ya sea que él perciba al Creador y en este caso todo
le parece maravilloso o que piense que el gobierno del Creador sobre
el mundo no existe y que el mundo es gobernado por las fuerzas de la
naturaleza. Aun cuando él pueda darse cuenta con su razón de que
esto no es así, son las emociones del hombre en vez de la razón lo
que determina su actitud hacia el mundo, considerándose a sí mismo
pecador debido a esta disparidad entre sus emociones y su razón.
El entiende que la
voluntad del Creador es para nuestro placer, lo que sólo es posible
al encontrarnos más cerca de Él; mientras que si se siente alejado
del Creador, lo ve como algo malo y se considera a sí mismo un
pecador.
Pero si el hombre
se considera tan bajo que desde la parte más remota de su corazón
automáticamente clama al Creador para que lo salve, para que se le
revele y darle así el poder de salir de la prisión del egocentrismo
al mundo espiritual, entonces el Creador lo ayuda instantáneamente.
Nuestro mundo y
todos los mundos superiores fueron creados para la condición del
hombre, de tal forma que, habiendo estado sumergido completamente en
el pecado, apelaría al Creador y se elevaría hasta ser completamente
recto.
El hombre puede
ser merecedor de percibir la grandeza del Creador después de que se
ha desecho por sí mismo de toda arrogancia y se ha dado cuenta de su
propia impotencia y de lo bajo de sus anhelos.
Después de haber
eliminado su falso orgullo, cuanto más aprecie su cercanía con el
Creador, mejor lo percibirá, puesto que podrá encontrar las demás
sutilezas y manifestaciones en la revelación del Creador,
admiración que evocará sentimientos de júbilo en su corazón.
Por lo tanto, si
puede apreciar cuán única es la actitud del Creador hacia él,
experimentará una infinita gratitud y alegría. Esto ocurrirá si ve
que está mejor que los demás a su alrededor, quienes no han merecido
la actitud especial del Creador que él disfruta, que no tienen idea
de intercomunicación con el Creador y mas aún, que no aspiran a
percibirlo y comprender el significado de la vida y el avance
espiritual, mientras él ha merecido de alguna forma esa atención
especial por la cual el Creador aunque sea por un momento ha hecho
que le recuerde la unión con Él. Lo mejor es que él pueda apreciar
esta buena suerte tan especial, será la mejor forma en la que pueda
agradecer al Creador y las mayores sutilezas de sentimientos que
podrá experimentar en cada punto particular y en el instante de su
contacto con lo Superior. Entre más pueda él apreciar la grandeza
del mundo espiritual que está revelándose por sí mismo además de la
grandeza y poder del omnipotente Creador, más fuerte será la
confianza con la que él anticipa su futura unificación con el
Creador.
Contemplando la
vasta diferencia entre las características del Creador y su
creación, es fácil llegar a la conclusión que ellos pueden ser
compatibles únicamente con la condición de que el hombre erradique
su profundo egocentrismo. Si tal es el caso, entonces podría decirse
que él no existe del todo y por lo tanto, nada lo separa del
Creador.
El hombre puede
entrar en la vida espiritual e inhalar el aire espiritual sólo si
siente que sin la vida espiritual esta muerto en la manera que el
cuerpo muere cuando la vida lo deja y él desea apasionadamente vivir.
Pero, ¿por cuáles
medios puede el hombre elevarse a semejante nivel que la total
eliminación de todo interés propio y preocupación por sí mismo, así
como el anhelo de dar todo de sí se convierten en la única meta en
su vida, a tal extremo que, el no alcanzar esta meta sentiría como
si estuviera muerto?
El elevarse a este
nivel ocurre gradualmente y está basado en el principio de
contra-acción: cuanto mayores esfuerzos el hombre haga en su
búsqueda de un camino espiritual, estudiando y en intentos por
imitar artificialmente objetos espirituales, más se convence de que
es incapaz de alcanzarlo por sí mismo.
Cuanto más estudie
los trabajos importantes para su desarrollo espiritual, más
complicado le parecerá su material de estudio. Mientras más fuerte
intente mejor a sus superiores y compañeros estudiantes, si él está
en verdad avanzando espiritualmente, sentirá con más claridad que
todas sus acciones son dictadas por su profundo egocentrismo.
Semejantes
resultados son producidos por el principio “golpéalo hasta que esté
dispuesto”: el hombre puede deshacerse del egocentrismo solamente si
se da cuenta que el éste lo está matando al hacerlo regresar de la
vida real, eterna y llena de deleite. El odio del hombre convertido
en egocentrismo lo saca de su corazón.
La cosa más
importante es el deseo de entregarnos completamente al Creador,
basado en el reconocimiento de Su grandeza. Darse a si mismo al
Creador implica dar fin a tu propio ego y voluntad. En esta
intersección el hombre debe estar completamente consciente por lo
que vale la pena trabajar en este mundo: valores transitorios o
eternos. Porque nada de lo que hemos creado permanece para siempre,
todo pasa. Sólo las estructuras espirituales como los pensamientos,
sentimientos y actos altruistas son eternos.
Mientras se
esfuerza por imitar al Creador en sus pensamientos, deseos y
esfuerzos, el hombre está en verdad construyendo el edificio de su
propia eternidad.
Seguir el camino
para percibir al Creador es solamente posible al darnos cuenta de Su
grandeza. Justo como en nuestro mundo, si nosotros consideramos a
alguien grande, estaremos felices de rendirle un servicio,
sentiremos que realmente nos ha hecho a nosotros un favor al aceptar
algo nuestro, en lugar de que sea lo contrario, dándonos algo en
lugar de quitárnoslo.
Este ejemplo
muestra cómo una meta interna puede remplazar un acto mecánico
externo - dar o recibir- con uno opuesto. Por lo tanto, mientras más
grande el hombre considere al Creador, más fácilmente le dará a Él
sus pensamientos, deseos y esfuerzos mientras siente que está
obteniendo algo del Creador, en lugar de estar dándole algo a Él, de
quien recibe la oportunidad de dar un servicio, una oportunidad que
solamente es otorgada a unos pocos virtuosos en cada generación.
Esto significa que
el principal objetivo del hombre es elevar al Creador en sus propios
ojos; es decir, adquirir fe en Su grandeza y poder, porque ésta es
su única oportunidad de romper con la prisión del egocentrismo hacia
los mundos más altos.
Como se hizo notar
en el artículo previo, la razón por la cual el hombre experimenta
excesivas dificultades cuando quiere seguir el camino de la fe sin
conciencia de sí mismo, es el sentimiento que resulta de estar
separado del mundo entero y suspendido en el vacío, sin sentido
común, razón o experiencia previa que le de apoyo, así como el
abandono de su medioambiente, familia y amigos, por el bien de estar
unido con el Creador.
La única razón de
ésta sensación es la falta de fe en el Creador, es decir, la falta
de sentido del Creador, Su presencia y Su gobierno sobre todas las
criaturas, o sea, la falta del objeto de la fe.
Pero tan pronto
como el hombre empieza a sentir la presencia del Creador, está listo
para darse a sí mismo completamente a Su poder y seguir a su Creador
ciegamente, listo para desintegrarse completamente en Él,
despreciando a la razón en la forma más natural.
Esto es por lo que
nosotros debemos entregar todos nuestros pensamientos, ocupaciones,
deseos y tiempo solamente a este objetivo. ¡Esta percepción del
Creador es la Fe!
Este proceso puede
ser acelerado, si el hombre considera que el objetivo muy
importante. Cuanto más importante éste sea para él, más rápido podrá
alcanzar la fe, es decir, la percepción del Creador. Mientras más
importante sea la percepción del Creador, más fuerte será esta
percepción por sí misma, hasta que ésta se haga presente por siempre
en el hombre.
La suerte es un
tipo especial de gobierno divino en el que el hombre no puede
influir de ninguna forma. Pero al hombre se le ha dado de arriba la
responsabilidad de esforzarse por alcanzar un cambio en su propia
naturaleza, y después de eso el Creador, habiendo apreciado los
esfuerzos de éste, lo cambia y lo eleva por arriba de nuestro mundo.
Antes de que el
hombre haga cualquier esfuerzo, su actitud debe ser tal que no
cuente con ninguna fuerza divina, suerte o alguna actitud especial
desde arriba hacia él, sino que debe enfocarse en el trabajo
pensando que si él no lo hace, no alcanzará lo que está tratando de
alcanzar.
Pero cuando su
trabajo, estudio o cualquier otro esfuerzo haya terminado, debe
pensar que todo lo que él ha alcanzado aparentemente como resultado
de su esfuerzo, lo habría alcanzado de todas formas, aún sin hacer
nada, porque este ha sido ordenado con anterioridad por el Creador.
Por lo tanto, el
que quiera comprender el verdadero gobierno, debe aun en etapas
tempranas tratar de reconciliar esta contradicción en su propia
vida.
Por ejemplo, en la
mañana el hombre debe empezar su rutina diaria de estudio y trabajo,
dejando detrás completamente todos los pensamientos del divino
reinado del Creador sobre el mundo entero y sobre cada uno de
nosotros y trabajar como si el resultado final dependiera de él
solamente.
Pero cuando el
trabajo se termine, el no debe asumir que lo que ha alcanzado es el
resultado de sus esfuerzos, sino darse cuenta que aunque él se
hubiera quedado en cama todo el día, habría alcanzado el mismo
resultado, porque ese resultado habría sido previamente diseñado por
el Creador.
Por lo tanto, una
persona que quiere esforzarse por vivir una vida con la verdad, por
un lado debe obedecer las leyes de la sociedad y la naturaleza igual
que cualquier otra persona, pero por otra parte, debe creer en el
absoluto gobierno del Creador sobre el mundo.
Todas nuestras
obras pueden ser divididas en buenas, neutrales y malas. La
principal tarea del hombre es elevar esas obras neutrales al nivel
de las buenas al unir su ejecución en su mente con una conciencia
del reinado absoluto del Creador.
Por ejemplo, un
hombre enfermo, aunque esté consciente del hecho que su cura está
completamente en las manos del Creador, debe recibir una medicina
probada de un médico reconocido y actuar como si solamente la
habilidad del doctor lo ayudase a superar su enfermedad.
Pero, habiendo
tomado la medicina estrictamente de acuerdo con las órdenes del
doctor y una vez recuperado, debe creer que se habría recuperado de
todas formas solamente gracias a la ayuda del Creador. Por lo tanto,
mientras agradece al doctor por los esfuerzos en su nombre, debe al
mismo tiempo agradecer al Creador. Por este hecho él cambia un acto
neutral a uno espiritual. Al hacer esto con todos sus actos
neutrales, gradualmente espiritualiza todos sus pensamientos.
Los ejemplos y
explicaciones dadas arriba son necesarias para los que no comprenden,
porque circunstancias similares se convierten en bloques de tropiezo
en su camino a la elevación espiritual, principalmente porque ellos
piensan que saben los principios del gobierno y tratan
artificialmente de fortalecer su creencia en la omnipresencia del
gobierno divino, en lugar del trabajo duro o en lugar de hacer un
esfuerzo por demostrar su fe en el Creador o simplemente por flojera
asumen que aún antes de empezar a trabajar, todo está en las manos
del Creador y así sus esfuerzos no son requeridos. Es más, cerrando
sus ojos en supuesto acto de fe ciega, eluden preguntas acerca de la
fe y para evitar tener que responderlas, se quitan a sí mismos toda
oportunidad de progreso espiritual.
En nuestro mundo
“debes ganar el pan con el sudor de tu frente”, pero una vez que el
hombre ha ganado algo es difícil para él admitir que el resultado no
depende de su agotador esfuerzo o sus habilidades, sino que fue el
Creador quien ha hecho todo para él. Aun él debe esforzarse para
fortalecer su fe en el gobierno absoluto del Creador sobre él “con
el sudor de su frente”.
Pero es en los
intentos y esfuerzos (sustentados en nuestra ceguera) por asimilar
la aparentemente contradictoria naturaleza del gobierno divino,
dígase por el choque entre esos alcances contradictorios y difíciles
de entender de las acciones que son requeridas de nosotros, que
quien esté tratando de comprenderlos crece y experimenta nuevas
sensaciones espirituales.
Todo lo que
existió antes de que iniciara la creación era el Creador. La
creación empieza cuando el Creador separa una parte de sí mismo,
dotando a ésta en el futuro con ciertas características diferentes a
las Suyas. Este punto es nuestro “ego”. Pero, ya que ningún lugar o
distancia existe, el distanciamiento en características es percibido
en este punto como ocultamiento del Creador; es decir, no lo puede
sentir a Él, hay oscuridad entre ellos generada por las
características egoístas de este punto.
¿Cuándo es que el hombre siente esta distancia abismal?
Específicamente,
cuando el Creador quiere tenerlo más cerca. Si el Creador no lo
quiere tener cerca de Sí mismo, éste no sentiría ningún abismo,
tampoco ninguna distancia entre él y el Creador.
El oscuro abismo
percibido por la parte constituye en realidad los problemas diarios,
obstáculos, sufrimiento acarreado por dificultades financieras,
enfermedades, familiares, en una frase: problemas de la vida diaria
que el Creador ha construido como el medioambiente de la parte, para
influenciarla a través de este.
¿Cómo y por qué?
Con el propósito
de mostrar al hombre que para salvarse a sí mismo del sufrimiento
debe deshacerse del egocentrismo por sí mismo, el Creador lo lleva a
una condición de insoportable miseria a través de su medio ambiente:
hijos, trabajo, deudas, enfermedades, problemas familiares, a tal
punto que la vida le parece una carga muy difícil de soportar como
resultado de su deseo de alcanzar algo y lo único que quiere es no
desear nada; es decir, no tener intereses propios para escapar de
todos los deseos egoístas, porque estos traen semejante tormento.
De tal forma que
el hombre no tiene otra salida, sino rogar al Creador que lo salve
de su egocentrismo, porque solo de esta forma, podrá escapar de
todos sus problemas, como si este egocentrismo fuera el que le trae
todo este sufrimiento.
Esta es la razón
por la cual el rabino Ashlag escribe en su prefacio del libro
“Talmud Eser Sefirot” (sección 2): “Pero si tú escuchas con tu
corazón una famosa interrogante, yo estoy seguro que todas tus dudas de
si debes estudiar Cabalá se desvanecerán sin dejar rastro”
Es así porque tal
pregunta, viniendo directamente del corazón del hombre, en lugar de
su inteligencia o aprendizaje, clamando en su corazón respecto a su
vida, acerca del significado de ésta, acerca del significado de su
sufrimiento, el cual es muchas veces más grande que sus placeres,
acerca de la vida tan dura, que la muerte parece una fácil
liberación y salvación, acerca de la vida donde los sufrimientos son
muchas veces más grandes que sus placeres, acerca de la vida donde
no hay fin a los torbellinos de dolor, hasta que finalmente la
dejamos absolutamente desgastados y desbastados. Y, ¿quién al final
disfruta todo esto, a quien divierto con esto o que más espero yo de
esta vida?
Aunque cada uno de
nosotros esté preocupado subconscientemente con esta pregunta de
manera incesante, algunas veces ésta nos golpea de forma inesperada,
volviéndonos locos, dejándonos incapaces de hacer algo, quebrándonos
la mente, clavándonos dentro de un oscuro abismo de desesperanza y
del conocimiento de nuestra propia insignificancia, hasta que
tenemos éxito en bloquear esto fuera de nuestra mente y encontrar
una vez más la solución bien conocida por todos e ir con lo
existente igual que ayer, con la corriente de la vida, sin
profundizar muy dentro.
Pero, como ha sido
mencionado antes, el Creador le da al hombre semejantes sensaciones
para que se de cuenta gradualmente que toda su mala fortuna, todas
sus angustias dependen del hecho de que él tiene un interés personal
en el resultado de sus acciones, que esto es el egocentrismo; es
decir, su esencia. Su naturaleza lo hace actuar por el bien de “sí
mismo” y está constantemente sufriendo debido a que sus deseos no
son llenados.
Aún si el hombre
se deshiciera de todo interés personal en lo que fuera,
instantáneamente se volvería libre de todos los estorbos de su
esencia y contemplaría todo lo que le rodea sin ningún dolor o
angustia.
El método de
liberarse de la esclavitud del egocentrismo se encuentra en la
Cabalá. El Creador localiza con todo propósito entre Él mismo y
nosotros, entre Él y el punto de nuestro corazón, a nuestro mundo
con toda su miseria, de tal forma que esto lleva a cada uno de
nosotros a darse cuenta de la necesidad de purgarnos a nosotros
mismos del egocentrismo, la causa de todas las angustias.
El dejar atrás
esta angustia y percibir al Creador - la fuente de deleite- es
posible solamente con un verdadero deseo de parte del hombre de
deshacerse de su egocentrismo. En palabras espirituales, un deseo es
igual a un acto, porque en verdad, lo deseado de todo corazón, es
cumplido de inmediato.
Pero el Creador
por sí mismo lleva al hombre a un propósito firme y definitivo de
deshacerse de todos los intereses personales en cualquiera de las
situaciones de la vida, haciéndolo sufrir tanto en esas situaciones
que sólo le restará un solo deseo: dejar de sufrir, lo cual sólo es
posible si no tiene absolutamente ningún interés egoísta en el
resultado final, en todos los asuntos de la vida en los que se ve
envuelto.
Pero, ¿dónde está
entonces nuestra libre voluntad, nuestra libertad de elegir?, ¿qué
camino tomar, qué escoger en la vida? Si, el Creador mismo induce al
hombre a elegir cierta solución poniéndolo en una situación cargada
de semejante miseria que la muerte parece preferible que esta vida,
pero sin darle la fuerza para terminar con ésta y así terminar de
sufrir. Entonces, en medio de la insoportable angustia,
repentinamente hace brillar la Luz de la única solución posible,
como un rayo de sol a través de grandes nubarrones, sin morir, sin
escapar sino liberándonos de todos los intereses personales en el
resultado de cualquier asunto mundano. Esta es la única solución,
sólo esto puede garantizar la paz y el descanso del insoportable
sufrimiento.
Ciertamente, no
hay libertad de elección en esto, porque el hombre es forzado a esta
solución por una compulsión a escapar del sufrimiento. La libre
voluntad y la libertad de elección son notorias al continuar en el
camino elegido. Una vez que el hombre se ha sobrepuesto a su estado
depresivo y ha reforzado su propia determinación buscando un camino
fuera del estado fatal en el que ha estado, actuando por sí mismo,
de tal forma que el objeto de todos sus pensamientos se transformó
en “el bien del Creador”, porque vivir “por el bien propio” trae
sufrimiento. Este incesante trabajo y control sobre nuestros
pensamientos es llamado "El trabajo de purificación".
El sufrimiento
debido a intereses personales debe ser tan agudo que el hombre
estará listo para vivir de un pedazo de pan, un sorbo de agua y
dormir en el suelo desnudo, cualquier cosa, sólo para rechazar de sí
mismo el interés personal en la vida llamado egocentrismo.
Si alcanza la
condición interna que lo habilita a estar feliz haciendo eso,
entonces, entrará en una esfera espiritual llamada “el mundo futuro”
o “el mundo por venir”. |