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Nuestra relación con el Creador

Autor: Rav Dr. Laitman

Cuando el hombre mira objetivamente las situaciones y la condición humana que le rodea, obtiene una verdadera apreciación de la Creación. La existencia del Creador tiene implicaciones para nosotros, de acuerdo con los cabalistas que han actualizado la inherente habilidad de comunicarse directamente con Él. Si Él controla cada cosa y crea las situaciones en las que constantemente nosotros mismos nos encontramos, entonces lo más sensible por hacer es estar permanentemente unido a Él y mientras más cerca, mejor.

Pero si tratamos con fuerza y tenemos éxito en alcanzar esta comprensión, entonces, debido a que el Creador está escondido de nuestras percepciones, sentiríamos como si estuviéramos suspendidos en el aire, sin ningún apoyo. Porque, sin ver, sentir u oír, sin ninguna entrada sensorial, estaríamos como llorando en el desierto.

Entonces, ¿por qué el Creador nos ha hecho de tal forma que no podamos percibirlo a Él? Más aún, ¿por qué se esconde Él de nosotros?, ¿por qué, aun cuando el hombre lo llama, Él no responde, sino que prefiere afectarnos en un forma oculta, detrás de la naturaleza o de otra gente?

Si Él estuviera dispuesto a corregirnos, por ejemplo, enmendar Su propio “error” en la Creación, Él podría  haberlo hecho mucho tiempo atrás, ya sea disimulada o abiertamente. Si Él se nos revelara a Sí mismo, todos nosotros lo veríamos y lo apreciaríamos con los sentidos e inteligencia que Él nos ha otorgado, y seguramente entonces sabríamos qué hacer y cómo hacerlo en el mundo que Él creó supuestamente para nosotros.

Paradójicamente, tan pronto como el hombre se esfuerce por alcanzar al Creador, para sentirlo, para estar cerca de Él, siente que su anhelo por el Creador se desvanece, desaparece. Pero si el Creador nos da todas nuestras experiencias ¿por qué priva de su deseo a quienes quieren percibirlo, poniendo varios obstáculos en el camino de sus intentos para percibir a su Hacedor?

Los intentos del hombre para acercarse al Creador, la negativa del Creador y el sufrimiento que Él inflinge en quienes lo buscan, ¡puede continuar por años! Ocasionalmente, en su desesperación, la persona puede sentir que el orgullo y arrogancia de la que le han dicho debe deshacerse, ¡es infinitamente más característica del Creador!

Contrario al estatuto de que el Creador es misericordioso, especialmente con aquellos que lo buscan, el hombre no recibe respuesta a sus lágrimas y súplicas. Si nosotros mismos podemos cambiar algo en nuestras vidas, esto significa que Él nos ha dado libre voluntad pero no suficiente conocimiento para evitar el sufrimiento de nuestra existencia y desarrollo.

Y si no hay libre voluntad, ¿qué puede entonces parecer más cruel que hacernos sufrir sin sentido por décadas en el mundo cruel que fue creado por Él? De seguro, semejantes penas pueden continuar indefinidamente, porque si el Creador es la causa de nuestra condición, entonces nosotros tenemos mucho de qué criticarlo y culparlo, que es lo que nuestro corazón hace.

Si el hombre esta disgustado con algo, culpa al Creador por sentirse así, aún sin dirigirse en realidad a Él, aún si no cree en la existencia del Creador porque el creador ve todo lo que está pasando en el corazón del hombre.

Cada uno de nosotros está en lo correcto en lo que asegura, sea lo que sea, porque nosotros aseguramos lo que estamos percibiendo en ese momento con nuestros propios sentidos y analizándolo con nuestra inteligencia. Esos que han tenido una vasta experiencia de vida saben cómo han cambiado sus puntos de vista a través de los años.

No es que se diga que antes estábamos equivocados y que ahora estamos en lo correcto, porque nuestro punto de vista presente está también equivocado, como lo veremos mañana. Por lo tanto, las conclusiones que hacemos en cualquier situación son correctas para esa situación particular, aún más puede que estén en oposición directa a nuestras conclusiones hechas en otras situaciones.

Por la misma razón, no podemos razonar acerca de otros mundos o sus leyes o juzgarlos con base a nuestro propio criterio: el criterio de nuestro mundo. Nosotros no poseemos inteligencia sobrenatural, percepciones o conceptos y por lo tanto, no podemos juzgar y dar un juicio porque herramos constantemente aún dentro de los limites de nuestro mundo.

Sólo el que posee cualidades sobrenaturales puede juzgar lo sobrenatural. Si al mismo tiempo también posee cualidades naturales, entonces él puede al menos describir lo sobrenatural ante nosotros. Una persona con estas características puede ser solamente un cabalista, una persona de nuestro mundo, creada con las mismas cualidades que cada uno de nosotros y al mismo tiempo otras cualidades dadas por los cielos que lo habilitan a decirnos qué es lo que esta pasando en ese otro mundo. 

Esto es por lo que el Creador permitió a algunos cabalistas revelar su conocimiento a un amplio estrato de la sociedad, para ayudar a otros a aprender cómo comunicarse con Él. los cabalistas nos explican en términos que podemos comprender que la estructura y funcionamiento de la mente en el sobrenatural mundo espiritual, están basados en leyes contrarias al nuestro.

No hay una pared que separe a nuestro mundo del sobrenatural mundo espiritual. Pero el hecho de que el mundo espiritual es, de acuerdo a sus propiedades, un anti-mundo, lo localiza mucho mas allá de nuestra percepción, tanto que después de que nacemos en nuestro mundo, olvidamos por completo todo acerca de nuestra pasada anti-condición. Naturalmente, la única forma que tiene el hombre de percibir este anti-mundo es adquiriendo su naturaleza, su razón y sus cualidades. ¿Cómo y en que debemos cambiar nuestra naturaleza hacia la opuesta?     

La ley básica del mundo espiritual es el absoluto altruismo. ¿Cómo puede el hombre adquirir esta cualidad? los cabalistas sugieren que hagamos una transformación dentro de nosotros mismos. Es sólo este acto interior el que habilita al hombre a percibir el mundo espiritual y empezar a vivir en ambos mundos simultáneamente. Esto es llamado “Fe por encima de la razón.”

En nuestro mundo somos guiados por nuestra razón en todo lo que hacemos. Solamente razón, i.e. puro razonamiento egocéntrico y calculador, es la base de todos nuestros deseos y actos. Nuestra razón calcula la cantidad de placer que experimentamos y la compara con la cantidad de dolor causado por los esfuerzos hechos para alcanzar ese placer, sustrae uno del otro y produce un deseo resultante: el esforzarse hacia el placer o preferir la paz. Este enfoque “razonable” de nuestros alrededores es llamado “Fe dentro de la razón”, cuando la razón determina la fe.

El hombre frecuentemente actúa sin ningún cálculo de beneficio o esfuerzo, como por ejemplo, un fanático o una persona condicionada a actuar de cierta forma. Estos actos “ciegos” son llamados actos de “Fe por encima de la razón”, porque ellos son determinados al seguir ciegamente las decisiones hechas por alguien más, en lugar de hacerlas por medio de la razón o cálculo alguno. O más aún, los actos del hombre son dictados por su educación, la cual se ha convertido en su segunda naturaleza a dicho extremo, teniendo que hacer un esfuerzo para contenerse a sí mismo de actuar de la forma en que él esta condicionado y,  por lo tanto, a actuar automáticamente por la fuerza del hábito. Cada uno de nosotros hace muchas cosas por motivos similares.

El mundo espiritual es un mundo altruista. Todos los deseos y  actos que existen son dictados, no por la razón del hombre o egocentrismo, sino por fe; es decir, por el sentido del Creador.

La transición de vivir de acuerdo con las leyes de nuestro mundo a vivir de acuerdo con las leyes del mundo espiritual requiere que dos condiciones se cumplan. Descartar completamente los argumentos de la razón, es para el hombre como si estuviese desprovisto de las bases para sus acciones, falto de apoyo. Suspendido en el aire, él se sujeta del Creador con ambas manos, sólo el Creador determinará las acciones del hombre. Hablando de cierta forma, el hombre reemplaza su cabeza con la del Creador, actúa contrario a su propia razón, localiza la voluntad del Creador arriba de la suya. Esto es por lo que su comportamiento es llamado“Fe por encima de la razón”.

Habiendo cumplido con esto, el hombre empieza a percibir ambos mundos el nuestro y el espiritual y descubre que ambos funcionan de acuerdo a la misma ley espiritual “Fe arriba de razón”.

Este deseo en la parte del hombre para suprimir su razón y ser guiado sólo por su deseo de darse a sí mismo al Creador es el vaso espiritual en el cual recibe todas las sensaciones y descubrimientos espirituales. La “capacidad” de ese vaso, es decir, la capacidad de la razón espiritual del hombre está determinada por la capacidad de la razón terrenal egocéntrica que está tratando de suprimir. 

Con el propósito de incrementar la capacidad del vaso espiritual del hombre, el Creador constantemente genera en él grandes y más grandes obstáculos en el camino de “Fe por encima de la razón”, intensificando gradualmente sus deseos egocéntricos y dudas del gobierno del Creador. Esto permite al hombre sobreponerse gradualmente a esos obstáculos, desarrollando así más y más poderosos deseos altruistas, incrementando la capacidad de su vaso espiritual y percibiendo mejor y mejor al Creador en el mundo de su igualdad con Él.

Si un hombre puede mentalmente sujetarse al Creador con ambas manos, es decir, ignorando el avance crítico de la razón y regocijándose en el hecho de que dicha oportunidad se haya presentado por sí misma, y si puede fortalecer esta condición por al menos un instante, él verá qué maravilloso es este estado. Es en este nivel donde él ha alcanzado la real y eterna verdad que no cambiará mañana, como lo han hecho sus creencias anteriores, porque ahora él está unido con el eterno Creador y considera todos los sucesos  a través de esta verdad solamente.

Como ha sido mencionado más de una vez anteriormente, el progreso sólo es posible a lo largo de tres líneas paralelas simultáneamente, siendo la del lado derecho: la fe, y la del izquierdo: de la comprensión o cognición. Esas dos líneas están en disparidad porque mutuamente se contradicen. Por lo tanto, la única forma de balancearlas mutuamente es por medio de la línea central, hecha al mismo tiempo de ambas. La de la derecha y la de la izquierda son de semejante comportamiento espiritual, donde la razón es utilizada de acuerdo con la fuerza de la fe.

Todos los objetos espirituales, en el orden en que son hechos por el Creador puede decirse que están contenidos totalmente en Él. Todo lo que sea cubierto por el Creador en el universo existe sólo relativo a las criaturas; todo esto es un producto de la criatura original llamada Maljut. Todos los mundos y criaturas, todo excepto el Creador son una simple criatura: Maljut, o la raíz, la fuente de todas las criaturas, que se divide en varias partes mucho más pequeñas.

Al conjunto de éstas se le llama shejiná. Y la Luz del Creador, Su presencia, Él mismo llenando la Shejiná, es llamada Shojen.

El tiempo requerido para que todas las partes de la Shejiná sean llenadas completamente es llamado Tiempo de Corrección. Durante este tiempo las criaturas hacen correcciones en sus partes de Maljut, cada una en su respectiva parte de la que fue creada.

Hasta el momento que el Creador pueda estar completamente unido con las criaturas, es decir, hasta que él se revele a sí mismo por completo a ellas, hasta que la Shojén llene la Shejiná, la condición de Shejiná o de las criaturas de la que esta consiste, es llamada el Desvanecimiento de Shejiná (del Creador). Debido a que en esta condición no hay perfección en los mundos superiores y en lo que respecta a nuestro mundo, el más bajo de todos, donde cada criatura debe también transformarse completamente conciente del Creador, hasta entonces todos estarán ocupados satisfaciendo el insignificante deseo de nuestro mundo y siguiendo ciegamente las demandas de la propia carne.

Esta condición del alma es llamada Shejiná en cenizas, donde cada uno ve los placeres puramente espirituales como una imaginación sin sentido. Esta condición es llamada el Sufrimiento de la Shejiná.

Todo el sufrimiento del hombre se sustenta en el hecho de que está obligado desde arriba a rechazar completamente todo el sentido común y proceder ciegamente, para ubicar a todo “Por encima de la razón”.

Cuan mayor sea la razón y el conocimiento que posea, cuanto más fuerte y más inteligente sea, más difícil le será transitar la senda de la fe, y por su puesto, lo peor es que sufrirá a cuenta de rechazar su sentido común.

Por ningún motivo, quien haya escogido esta forma particular de desarrollo espiritual, estará de acuerdo con el Creador. En su corazón él  maldice la necesidad de dicho camino y por ninguna auto-persuasión justificaría al Creador. No puede soportar semejante condición carente de apoyo de ningún tipo, hasta que el Creador lo ayuda y le revela la película completa de la Creación.

Cuando el hombre siente que está en un estado de elevación espiritual, que todos sus deseos están enfocados solamente en el Creador, entonces es el mejor tiempo para ocuparse en libros de la Cabalá, con el propósito de entender su significado interior. Aunque tal vez pueda sentir que no alcanza a entender nada a pesar de sus esfuerzos, es necesario de todas formas ahondar en la Cabalá una y otra vez, cientos de veces y no desesperar al fallar en entender algo.  

El significado de esos esfuerzos radica en el empeño que ejerce el hombre por comprender los misterios de la Cabalá, sus plegarias para que las manifestaciones del Creador le sean reveladas, que el Creador satisfaga esos anhelos.

Hay una regla: El esfuerzo puesto en alcanzar algo incrementa el deseo por obtenerlo y la fuerza de ese deseo es determinada por el sufrimiento causado por la ausencia de lo que deseamos. La oración es el sufrimiento en sí mismo, no expresado en palabras sino sentida dentro del corazón.

Partiendo de esto, podemos entender que sólo después de un esfuerzo extenuante por alcanzar lo que se desea el hombre puede orar tan sinceramente que recibirá lo que pide.

Si durante los intentos por ahondar en el libro, nuestro corazón no está lo suficientemente libre de pensamientos extraños, entonces la mente no será capaz de dedicarse exclusivamente a los estudios, porque la mente obedece al corazón.

A fin de que el Creador oiga la plegaria, ésta deberá venir de lo más profundo del corazón; es decir, todos los deseos de uno deben estar concentrados en esa plegaria. Eso es por lo que debemos ahondar en el libro cientos de veces, aún sin entender nada, sólo para alcanzar un verdadero deseo y que el Creador pueda oírlo.

Un verdadero deseo es el que no deja espacio para ningún otro deseo. Al mismo tiempo, mientras se estudia la Cabalá, uno estudia las acciones del Creador y por lo tanto, se acerca más a Él y gradualmente se vuelve merecedor de comprender lo que estudia.

La fe, es decir, la conciencia del Creador debe ser tal que uno sienta que está en la presencia del Rey del universo. Entonces, sin duda, él se encontrará envuelto con el sentimiento necesario de amor y miedo.

Hasta que él alcance dicha fe, deberá siempre esforzarse por ella, porque solamente este sentimiento le da el derecho a una vida espiritual y lo previene de caer en el egocentrismo y de nuevo volverse un buscador de placer. La necesidad de esta conciencia del Creador debe ser constante, hasta que se vuelva un hábito, como una necesidad permanente por el ser amado que hace la vida sin él o ella, insoportable.

Todo lo que rodea al hombre ahoga a propósito esta necesidad, porque  experimentar placer de algo reduce instantáneamente la punzada del hueco espiritual. Por lo tanto, mientras disfrutamos los placeres de nuestro mundo, es vital evitar que esos placeres ahoguen la necesidad de percibir al Creador, robando así las sensaciones espirituales.

En general, la compulsión interior de percibir al Creador es peculiar sólo en el hombre, no en todos con la apariencia externa de hombre.

Esta compulsión procede de la necesidad del hombre de entender lo que es y de comprenderse a sí mismo y su propósito en el mundo, la fuente de su origen. Esta es la búsqueda por respuestas acerca de nosotros mismos que nos lleva a la necesidad de buscar la fuente de la vida.

El mismo impulso hace que no escatimemos esfuerzo en resolver todos los misterios de la naturaleza, no dejando misterio sin resolver ya sea dentro de nosotros mismos o en nuestro medio ambiente. Pero, sólo el anhelo de percibir al Creador es verdadero, ya que Él es la fuente de todo y por sobre todo, Él nos creo. Por lo tanto, aún si el hombre estuviera solo en nuestro mundo o en otros mundos, la búsqueda de sí mismo lo llevaría a la búsqueda del Creador.

Existen dos caminos en la percepción de la influencia del Creador sobre sus criaturas. El camino de la mano derecha representa el control personal del Creador sobre cada uno de nosotros, sin importar nuestras acciones.

El camino de la mano izquierda representa el control del Creador sobre cada uno de nosotros dependiendo de nuestras acciones o en otras palabras, el castigo por las obras malas y la recompensa por las buenas.

Cuando el hombre escoge el tiempo para estar en el camino de la mano derecha, él debe decirse a sí mismo que todo lo que pasa, sucede sólo por la voluntad del Creador, de acuerdo a su plan y nada depende del hombre mismo. En este caso, él no tiene méritos ni faltas, todas sus acciones están motivadas por los anhelos que se le dan del exterior.

Por lo tanto, debe agradecerle al Creador por todo lo que ha recibido de Él y al darse cuenta que el Creador lo guía a la eternidad, el hombre podrá sentir el amor por el Creador.

Cualquier progreso es posible con la única condición de la comBináción correcta del camino de la mano derecha e izquierda, exactamente a medio camino entre ellas. Aún si el hombre empieza en el camino correcto desde el punto de inicio pero no sabe cómo revisar regularmente y corregir su dirección, él seguramente se desviará de la dirección correcta.

Es más, si él se desvía un milímetro en cualquier punto de su jornada, entonces, aún si continúa moviéndose en la dirección correcta, su error se incrementara con cada paso y se estará alejando cada vez más de su meta.

Antes de descender las escaleras espirituales, nuestra alma es parte del Creador, Su punto más pequeño. Este punto es llamado la Raíz del Alma.

El Creador localiza el alma en el cuerpo de forma que ésta, al encontrarse en el cuerpo, se eleve y supere los deseos del cuerpo y se una con el Creador de nuevo.

En otras palabras, el alma es localizada en el cuerpo (lo que es el nacimiento de una persona en nuestro mundo), de tal forma que superando los deseos del cuerpo y a pesar de ellos, ésta pueda ascender incluso durante el tiempo de vida de la persona, al nivel que poseía antes de descender.

Mientras se superan los deseos de la carne, el alma asciende al mismo nivel espiritual del cual descendió, experimentando mayores placeres que los que tenía en su estado inicial, cuando era parte del Creador y se convierte en un cuerpo espiritual voluminoso 620 veces más grande que el punto original donde se encontraba antes de descender a nuestro mundo.

De esta manera, en su estado completo el cuerpo espiritual del alma consiste en 620 partes u órganos. Cada parte u órgano es llamado mandamiento. La Luz del Creador, la cual se deriva del Creador mismo y que es la misma cosa que llena cada parte del alma es llamada Torá.

El verdadero camino a esta meta circula a lo largo del punto central, el cual representa la fusión en un concepto de los siguientes tres componentes: el propio hombre, el camino que debe seguir y el Creador.

En verdad, los tres objetos de la creación están presentes: el hombre esforzándose para regresar al Creador, el Creador (la meta hacia la cual el hombre se esfuerza) y el camino que seguirá el hombre para poder alcanzar al Creador.

Como se ha dicho muchas veces, nadie existe verdaderamente sino sólo el Creador y nosotros no somos más que sus criaturas dotadas con un sentido de nuestra propia existencia. El hombre llega a notar y percibir esta claridad  en el curso de su ascenso espiritual.

Todas nuestras percepciones, o más bien, las percepciones que vemos como nuestras, son sólo respuestas a Sus actos producidas en nosotros por Él; por ejemplo, al final nuestros sentimientos son lo que Él quiere que nosotros sintamos.

Pero hasta que el hombre alcanza un completo entendimiento de esta verdad, ve los tres objetos de la Creación (A sí mismo, al camino que lleva al Creador y al Creador mismo) como tres objetos separados, en lugar del único todo.

No obstante, una vez que el hombre ha alcanzado el estado final de su desarrollo espiritual, es decir, ascender al mismo nivel del cual su alma descendió -pero esta vez cargando con deseos de la carne-, acepta al Creador completamente dentro de su cuerpo espiritual lo cual comprende toda la Torá, toda la Luz del Creador y al Creador mismo. Así, los tres objetos que estaban separados en la percepción del hombre - el hombre, su camino y el Creador - se fusionan para convertirse en un solo objeto: el cuerpo espiritual lleno con la Luz.

Por lo tanto, para asegurar este avance correcto el hombre debe hacer una introspección regularmente mientras procede en su camino, a fin de estar seguro de que él se esfuerza  por los tres objetos hasta el momento separados en su percepción, con un deseo igualmente poderoso justo desde el principio, como si estuviera uniéndolos en un  estado temprano. La forma en que debe ver estos al final de su camino y la forma en que estos son realmente es la misma ahora, pero él aún no puede verlo así debido a su propia imperfección.

Si se esfuerza por uno de ellos más que por los otros, de inmediato se  desviará del verdadero camino. La forma más fácil de verificar si está en el verdadero camino es luchar por comprender las características del Creador con el propósito de fusionarse con Él.

Si yo no me ayudo a mí mismo, entonces ¿quién me ayudará? Y si yo estoy solo para mí mismo, no soy nada. Esta declaración contradictoria refleja la actitud del hombre hacia sus esfuerzos por alcanzar su meta: por un lado, el hombre debe asegurar que no hay nadie que lo pueda ayudar sino el mismo y actuar con la certeza de que sus buenas obras serán recompensadas, y sus malas obras castigadas, y que todas sus acciones tienen consecuencias directas ya que él mismo es el constructor de su propio futuro. Pero, por otra parte, debe decirse a sí mismo, “¿quién soy yo para ser capaz de vencer a mi propia naturaleza por mí mismo? Sin embargo, nadie puede ayudarme”.

Pero si todo pasa de acuerdo al plan del Creador, entonces ¿qué tan buenos son los esfuerzos del hombre? El hecho es que, como resultado del trabajo propio del hombre basado en el principio de recompensa y castigo, este adquiere de arriba el conocimiento del Gobierno del Creador y asciende a un nivel de conciencia donde ve claramente que es el Creador quien gobierna todo y que todo está previsto.

Pero él tiene que alcanzar esta etapa primero y hasta que lo logre, no puede asegurar que todo está en poder del Creador. Hasta que alcance dicho estado, no puede vivir o actuar de acuerdo a estas leyes, porque no es la forma en que percibe el mundo corre; es decir, el hombre debe actuar solamente de acuerdo con las leyes de las cuales está conciente.

Sólo como resultado de los esfuerzos del  trabajo del hombre basado en los principios de recompensa y castigo, merece la confianza completa del Creador y el derecho de ver la verdadera película del mundo y la forma en que este funciona. Sólo entonces, aunque puede ver que todo depende del Creador, se esfuerza por sí mismo para conocerle.

Uno no puede sacar los pensamientos y deseos egoístas de su corazón y dejarlo vació. Solo al llenarlo con anhelos espirituales y altruistas en lugar de deseos egoístas es como puede remplazar los viejos deseos por los opuestos y destruir el egocentrismo.

Aquel que ama al Creador está seguro de sentir repugnancia hacia el egocentrismo, desde que sabe por su propia experiencia el daño hecho por cualquiera de sus manifestaciones, pero no ve ningún medio para deshacerse de este y se da cuenta claramente que está más allá de sus poderes porque fue el mismo Creador quien dió esta característica a Sus criaturas.

El hombre no puede deshacerse del egocentrismo por sus propios esfuerzos, pero cuanto más se de cuenta de que el egocentrismo es su enemigo y asesino espiritual, más grande será su odio a este. Entonces, dicha voluntad llevará al Creador a ayudarlo para vencer a ese enemigo, de tal forma que aún el egocentrismo servirá a su propósito de elevación espiritual.

En el Talmud leemos: “Yo he creado el mundo sólo para los completamente rectos o los completamente pecadores.” Que el mundo fuera creado para los hombres rectos es aceptable, pero no es entendible por qué el mundo no fue creado para aquellos que no son ni completamente rectos ni completamente pecadores,  ¿es posible que el Creador haya hecho todo el universo para ellos?

El hombre involuntariamente ve el gobierno del Creador en la forma que este parece ser: tan bueno y amable si es agradable para él o tan malo según esté sufriendo. Así es, el hombre considera al Creador bueno o malo, dependiendo de cómo percibe su mundo.

Hay sólo dos alternativas en la percepción del hombre del gobierno del Creador sobre el mundo: ya sea que él perciba al Creador y en este caso todo le parece maravilloso o que piense que el gobierno del Creador sobre el mundo no existe y que el mundo es gobernado por las fuerzas de la naturaleza. Aun cuando él pueda darse cuenta con su razón de que esto no es así, son las emociones del hombre en vez de la razón lo que determina su actitud hacia el mundo, considerándose a sí mismo pecador debido a esta disparidad entre sus emociones y su razón.

El entiende que la voluntad del Creador es para nuestro placer, lo que sólo es posible al encontrarnos más cerca de Él;  mientras que si se siente alejado del Creador, lo ve como algo malo y se considera a sí mismo un pecador.

Pero si el hombre se considera tan bajo que desde la parte más remota de su corazón automáticamente clama al Creador para que lo salve, para que se le revele y darle así el poder de salir de la prisión del egocentrismo al mundo espiritual, entonces el Creador lo ayuda instantáneamente.

Nuestro mundo y todos los mundos superiores fueron creados para la condición del hombre, de tal forma que, habiendo estado sumergido completamente en el pecado, apelaría al Creador y se elevaría hasta ser completamente recto.

El hombre puede ser merecedor de percibir la grandeza del Creador después de que se ha desecho por sí mismo de toda arrogancia y se ha dado cuenta de su propia impotencia y de lo bajo de sus anhelos.

Después de haber eliminado su falso orgullo, cuanto más aprecie su cercanía con el Creador, mejor lo percibirá, puesto que podrá encontrar las demás sutilezas y manifestaciones en la revelación del Creador,  admiración que evocará sentimientos de júbilo en su corazón.

Por lo tanto, si puede apreciar cuán única es la actitud del Creador hacia él, experimentará una infinita gratitud y alegría. Esto ocurrirá si ve que está mejor que los demás a su alrededor, quienes no han merecido la actitud especial del Creador que él disfruta, que no tienen idea de intercomunicación con el Creador y mas aún, que no aspiran a percibirlo y comprender el significado de la vida y el avance espiritual, mientras él ha merecido de alguna forma esa atención especial por la cual el Creador aunque sea por un momento ha hecho que le recuerde la unión con Él. Lo mejor es que él pueda apreciar esta buena suerte tan especial, será la mejor forma en la que pueda agradecer al Creador y las mayores sutilezas de sentimientos que podrá experimentar en cada punto particular y en el instante de su contacto con lo Superior. Entre más pueda él apreciar la grandeza del mundo espiritual que está revelándose por sí mismo además de la grandeza y poder del omnipotente Creador, más fuerte será la confianza con la que él anticipa su futura unificación con el Creador.

Contemplando la vasta diferencia entre las características del Creador y su creación, es fácil llegar a la conclusión que ellos pueden ser compatibles únicamente con la condición de que el hombre erradique su profundo egocentrismo. Si tal es el caso, entonces podría decirse que él no existe del todo y por lo tanto, nada lo separa del Creador.

El hombre puede entrar en la vida espiritual e inhalar el aire espiritual sólo si siente que sin la vida espiritual esta muerto en la manera que el cuerpo muere cuando la vida lo deja y él desea apasionadamente vivir.

Pero, ¿por cuáles medios puede el hombre elevarse a semejante nivel que la total eliminación de todo interés propio y preocupación por sí mismo, así como el anhelo de dar todo de sí se convierten en la única meta en su vida, a tal extremo que, el no alcanzar esta meta sentiría como si estuviera muerto?

El elevarse a este nivel ocurre gradualmente y está basado en el principio de contra-acción: cuanto mayores esfuerzos el hombre haga en su búsqueda de un camino espiritual, estudiando y en intentos por imitar artificialmente objetos espirituales, más se convence de que es incapaz de alcanzarlo por sí mismo.

Cuanto más estudie los trabajos importantes para su desarrollo espiritual, más complicado le parecerá su material de estudio. Mientras más fuerte intente mejor a sus superiores y compañeros estudiantes, si él está en verdad avanzando espiritualmente, sentirá con más claridad que todas sus acciones son dictadas por su profundo egocentrismo.

Semejantes resultados son producidos por el principio “golpéalo hasta que esté dispuesto”: el hombre puede deshacerse del egocentrismo solamente si se da cuenta que el éste lo está matando al hacerlo regresar de la vida real, eterna y llena de deleite. El odio del hombre convertido en egocentrismo lo saca de su corazón.

La cosa más importante es el deseo de entregarnos completamente al Creador, basado en el reconocimiento de Su grandeza. Darse a si mismo al Creador implica dar fin a tu propio ego y voluntad. En esta intersección el hombre debe estar completamente consciente por lo que vale la pena trabajar en este mundo: valores transitorios o eternos. Porque nada de lo que hemos creado permanece para siempre, todo pasa. Sólo las estructuras espirituales como los pensamientos, sentimientos y actos altruistas son eternos.

Mientras se esfuerza por imitar al Creador en sus pensamientos, deseos y esfuerzos, el hombre está en verdad construyendo el edificio de su propia eternidad.

Seguir el camino para percibir al Creador es solamente posible al darnos cuenta de Su grandeza. Justo como en nuestro mundo, si nosotros consideramos a alguien grande, estaremos felices de rendirle un servicio, sentiremos que realmente nos ha hecho a nosotros un favor al aceptar algo nuestro, en lugar de que sea lo contrario, dándonos algo en lugar de quitárnoslo.  

Este ejemplo muestra cómo una meta interna puede remplazar un acto mecánico externo - dar o recibir- con uno opuesto. Por lo tanto, mientras más grande el hombre considere al Creador, más fácilmente le dará a Él sus pensamientos, deseos y esfuerzos mientras  siente que está obteniendo algo del Creador, en lugar de estar dándole algo a Él, de quien recibe la oportunidad de dar un servicio, una oportunidad que solamente es otorgada a unos pocos virtuosos en cada generación.

Esto significa que el principal objetivo del hombre es elevar al Creador en sus propios ojos; es decir, adquirir fe en Su grandeza y poder, porque ésta es su única oportunidad de romper con la prisión del egocentrismo hacia los mundos más altos.

Como se hizo notar en el artículo previo, la razón por la cual el hombre experimenta excesivas dificultades cuando quiere seguir el camino de la fe sin conciencia de sí mismo, es el sentimiento que resulta de estar separado del mundo entero y suspendido en el vacío, sin sentido común, razón o experiencia previa que le de apoyo, así como el abandono de su medioambiente, familia y amigos, por el bien de estar unido con el Creador.

La única razón de ésta sensación es la falta de fe en el Creador, es decir, la falta de sentido del Creador, Su presencia y Su gobierno sobre todas las criaturas, o sea, la falta del objeto de la fe.

Pero tan pronto como el hombre empieza a sentir la presencia del Creador, está listo para darse a sí mismo completamente a Su poder y seguir a su Creador ciegamente, listo para desintegrarse completamente en Él, despreciando a la razón en la forma más natural.

Esto es por lo que nosotros debemos entregar todos nuestros pensamientos, ocupaciones, deseos y tiempo solamente a este objetivo. ¡Esta percepción del Creador es la Fe!

Este proceso puede ser acelerado, si el hombre considera que el objetivo muy importante. Cuanto más importante éste sea para él, más rápido podrá alcanzar la fe, es decir, la percepción del Creador. Mientras más importante sea la percepción del Creador, más fuerte será esta percepción por sí misma, hasta que ésta se haga presente por siempre en el hombre.

La suerte es un tipo especial de gobierno divino en el que el hombre no puede influir de ninguna forma. Pero al hombre se le ha dado de arriba la responsabilidad de esforzarse por alcanzar un cambio en su propia naturaleza, y después de eso el Creador, habiendo apreciado los esfuerzos de éste, lo cambia y lo eleva por arriba de nuestro mundo.

Antes de que el hombre haga cualquier esfuerzo, su actitud debe ser tal que no cuente con ninguna fuerza divina, suerte o alguna actitud especial desde arriba hacia él, sino que debe enfocarse en el trabajo pensando que si él no lo hace, no alcanzará lo que está tratando de alcanzar.

Pero cuando su trabajo, estudio o cualquier otro esfuerzo haya terminado, debe pensar que todo lo que él ha alcanzado aparentemente como resultado de su esfuerzo, lo habría alcanzado de todas formas, aún sin hacer nada, porque este ha sido ordenado con anterioridad por el Creador.

Por lo tanto, el que quiera comprender el verdadero gobierno, debe aun en etapas tempranas tratar de reconciliar esta contradicción en su propia vida.

Por ejemplo, en la mañana el hombre debe empezar su rutina diaria de estudio y trabajo, dejando detrás completamente todos los pensamientos del divino reinado del Creador sobre el mundo entero y sobre cada uno de nosotros y trabajar como si el resultado final dependiera de él solamente.

Pero cuando el trabajo se termine, el no debe asumir que lo que ha alcanzado es el resultado de sus esfuerzos, sino darse cuenta que aunque él se hubiera quedado en cama todo el día, habría alcanzado el mismo resultado, porque ese resultado habría sido previamente diseñado por el Creador.

Por lo tanto, una persona que quiere esforzarse por vivir una vida con la verdad, por un lado debe obedecer las leyes de la sociedad y la naturaleza igual que cualquier otra persona, pero por otra parte, debe creer en el absoluto gobierno del Creador sobre el mundo.

Todas nuestras obras pueden ser divididas en buenas, neutrales y malas. La principal tarea del hombre es elevar esas obras neutrales al nivel de las buenas al unir su ejecución en su mente con una conciencia del reinado absoluto del Creador.

Por ejemplo, un hombre enfermo, aunque esté consciente del hecho que su cura está completamente en las manos del Creador, debe recibir una medicina probada de un médico reconocido y actuar como si solamente la habilidad del doctor lo ayudase a superar su enfermedad.

Pero, habiendo tomado la medicina estrictamente de acuerdo con las órdenes del doctor y una vez recuperado, debe creer que se habría recuperado de todas formas solamente gracias a la ayuda del Creador. Por lo tanto, mientras agradece al doctor por los esfuerzos en su nombre, debe al mismo tiempo agradecer al Creador. Por este hecho él cambia un acto neutral a uno espiritual. Al hacer esto con todos sus actos neutrales, gradualmente espiritualiza todos sus pensamientos.

Los ejemplos y explicaciones dadas arriba son necesarias para los que no comprenden, porque circunstancias similares se convierten en bloques de tropiezo en su camino a la elevación espiritual, principalmente porque ellos piensan que saben los principios del gobierno y tratan artificialmente de fortalecer su creencia en la omnipresencia del gobierno divino, en lugar del trabajo duro o en lugar de hacer un esfuerzo por demostrar su fe en el Creador o simplemente por flojera asumen que aún antes de empezar a trabajar, todo está en las manos del Creador y así sus esfuerzos no son requeridos. Es más, cerrando sus ojos en supuesto acto de fe ciega, eluden preguntas acerca de la fe y para evitar tener que responderlas, se quitan a sí mismos  toda oportunidad de progreso espiritual.

En nuestro mundo “debes ganar el pan con el sudor de tu frente”, pero una vez que el hombre ha ganado algo es difícil para él admitir que el resultado no depende de su agotador esfuerzo o sus habilidades, sino que fue el Creador quien ha hecho todo para él. Aun él debe esforzarse para fortalecer su fe en el gobierno absoluto del Creador sobre él “con el sudor de su frente”.

Pero es en los intentos y esfuerzos (sustentados en nuestra ceguera) por asimilar la aparentemente contradictoria naturaleza del gobierno divino, dígase por el choque entre esos alcances contradictorios y difíciles de entender de las acciones que son requeridas de nosotros, que quien esté tratando de comprenderlos crece y experimenta nuevas sensaciones espirituales.

Todo lo que existió antes de que iniciara la creación era el Creador. La creación empieza cuando el Creador separa una parte de sí mismo, dotando a ésta en el futuro con ciertas características diferentes a las Suyas. Este punto es nuestro “ego”. Pero, ya que ningún lugar o distancia existe, el distanciamiento en características es percibido en este punto como ocultamiento del Creador; es decir, no lo puede sentir a Él, hay oscuridad entre ellos generada por las características egoístas de este punto.

¿Cuándo es que el hombre siente esta distancia abismal?

Específicamente, cuando el Creador quiere tenerlo más cerca. Si el Creador no lo quiere tener cerca de Sí mismo, éste no sentiría ningún abismo, tampoco ninguna distancia entre él y el Creador.

El oscuro abismo percibido por la parte constituye en realidad los problemas diarios, obstáculos, sufrimiento acarreado por dificultades financieras, enfermedades, familiares, en una frase: problemas de la vida diaria que el Creador ha construido como el medioambiente de la parte, para influenciarla a través de este.

¿Cómo y por qué?

Con el propósito de mostrar al hombre que para salvarse a sí mismo del sufrimiento debe deshacerse del egocentrismo por sí mismo, el Creador lo lleva a una condición de insoportable miseria a través de su medio ambiente: hijos, trabajo, deudas, enfermedades, problemas familiares, a tal punto que la vida le parece una carga muy difícil de soportar como resultado de su deseo de alcanzar algo y lo único que quiere es no desear nada; es decir, no tener intereses propios para escapar de todos los deseos egoístas, porque estos traen semejante tormento.

De tal forma que el hombre no tiene otra salida, sino rogar al Creador que lo salve de su egocentrismo, porque solo de esta forma, podrá escapar de todos sus problemas, como si este egocentrismo fuera el que le trae todo este sufrimiento.

Esta es la razón por la cual el rabino Ashlag escribe en su prefacio del libro “Talmud Eser Sefirot” (sección 2): “Pero si tú escuchas con tu corazón una famosa interrogante, yo estoy seguro que todas tus dudas de si debes estudiar Cabalá se desvanecerán sin dejar rastro”

Es así porque tal pregunta, viniendo directamente del corazón del hombre, en lugar de su inteligencia o aprendizaje, clamando en su corazón respecto a su vida, acerca del significado de ésta, acerca del significado de su sufrimiento, el cual es muchas veces más grande que sus placeres, acerca de la vida tan dura, que la muerte parece una fácil liberación y salvación, acerca de la vida donde los sufrimientos son muchas veces más grandes que sus placeres, acerca de la vida donde no hay fin a los torbellinos de dolor, hasta que finalmente la dejamos absolutamente desgastados y desbastados. Y, ¿quién al final disfruta todo esto, a quien divierto con esto o que más espero yo de esta vida?       

Aunque cada uno de nosotros esté preocupado subconscientemente con esta pregunta de manera incesante, algunas veces ésta nos golpea de forma inesperada, volviéndonos locos, dejándonos incapaces de hacer algo, quebrándonos la mente, clavándonos dentro de un oscuro abismo de desesperanza y del conocimiento de nuestra propia insignificancia, hasta que tenemos éxito en bloquear esto fuera de nuestra mente y encontrar una vez más la solución bien conocida por todos e ir con lo existente igual que ayer, con la corriente de la vida, sin profundizar muy dentro.

Pero, como ha sido mencionado antes, el Creador le da al hombre semejantes sensaciones para que se de cuenta gradualmente que toda su mala fortuna, todas sus angustias dependen del hecho de que él tiene un interés personal en el resultado de sus acciones, que esto es el egocentrismo; es decir, su esencia. Su naturaleza lo hace actuar por el bien de “sí mismo” y está constantemente sufriendo debido a que sus deseos no son llenados.

Aún si el hombre se deshiciera de todo interés personal en lo que fuera, instantáneamente se volvería libre de todos los estorbos de su esencia y contemplaría todo lo que le rodea sin ningún dolor o angustia.

El método de liberarse de la esclavitud del egocentrismo se encuentra en la Cabalá. El Creador localiza con todo propósito entre Él mismo y nosotros, entre Él y el punto de nuestro corazón, a nuestro mundo con toda su miseria, de tal forma que esto lleva a cada uno de nosotros a darse cuenta de la necesidad de purgarnos a nosotros mismos del egocentrismo, la causa de todas las angustias.

El dejar atrás esta angustia y percibir al Creador - la fuente de deleite-  es posible solamente con un verdadero deseo de parte del hombre de deshacerse de su egocentrismo. En palabras espirituales, un deseo es igual a un acto, porque en verdad, lo deseado de todo corazón, es cumplido de inmediato.

Pero el Creador por sí mismo lleva al hombre a un propósito firme y definitivo de deshacerse de todos los intereses personales en cualquiera de las situaciones de la vida, haciéndolo sufrir tanto en esas situaciones que sólo le restará un solo deseo: dejar de sufrir, lo cual sólo es posible si no tiene absolutamente ningún interés egoísta en el resultado final, en todos los asuntos de la vida en los que se ve envuelto.

Pero, ¿dónde está entonces nuestra libre voluntad, nuestra libertad de elegir?, ¿qué camino tomar, qué escoger en la vida? Si, el Creador mismo induce al hombre a elegir cierta solución poniéndolo en una situación cargada de semejante miseria que la muerte parece preferible que esta vida, pero sin darle la fuerza para terminar con ésta y así terminar de sufrir. Entonces, en medio de la insoportable angustia, repentinamente hace brillar la Luz de la única solución posible, como un rayo de sol a través de grandes nubarrones, sin morir, sin escapar sino liberándonos de todos los intereses personales en el resultado de cualquier asunto mundano. Esta es la única solución, sólo esto puede garantizar la paz y el descanso del insoportable sufrimiento.

Ciertamente, no hay libertad de elección en esto, porque el hombre es forzado a esta solución por una compulsión a escapar del sufrimiento. La libre voluntad y la libertad de elección son notorias al continuar en el camino elegido. Una vez que el hombre se ha sobrepuesto a su estado depresivo y ha reforzado su propia determinación buscando un camino fuera del estado fatal en el que ha estado, actuando por sí mismo, de tal forma que el objeto de todos sus pensamientos se transformó en “el bien del Creador”, porque vivir “por el bien propio” trae sufrimiento. Este incesante trabajo y control sobre nuestros pensamientos es llamado "El trabajo de purificación".

El sufrimiento debido a intereses personales debe ser tan agudo que el hombre estará listo para vivir de un pedazo de pan, un sorbo de agua y dormir en el suelo desnudo, cualquier cosa, sólo para rechazar de sí mismo el interés personal en la vida llamado egocentrismo.

Si alcanza la condición interna que lo habilita a estar feliz haciendo eso, entonces, entrará en una esfera espiritual llamada “el mundo futuro” o “el mundo por venir”.

 

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