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20. Lishmá

Lo escuché en 1945


En lo referente a Lishmá (en nombre de la Torá), para que una persona obtenga Lishmá, necesita del despertar desde Arriba, porque es una iluminación desde el Cielo, y no puede ser comprendido por la mente humana. En cambio, el que lo prueba, sabe. Al respecto está escrito: “Probad y ved que el Señor es bueno”.

Por eso, cuando uno acepta para sí la carga del Reino de los Cielos, necesita encontrarse en total plenitud, es decir,  solo otorgar y no recibir nada. Si uno siente que sus órganos no están de acuerdo con esto, no tiene más remedio que comenzar a rezar y volcar su corazón por entero al Creador, para que le ayude a que su cuerpo acepte someterse a Él.

Y que no se diga que si Lishmá es un obsequio de Arriba, entonces, ¿qué sentido tienen su superación y su trabajo, y todas las virtudes y correcciones que uno lleva a cabo para poder llegar a Lishmá, si todo depende del Creador? Sobre esto, dijeron nuestros sabios: “No son libres de escapar de esto”. Por el contrario, uno debe dar el despertar desde abajo, y eso se considera plegaria. No puede haber una plegaria genuina si uno no sabe de antemano que no puede alcanzar absolutamente nada sin ella.

Por lo tanto, los actos y virtudes que realiza para conseguir Lishmá, van formando en él las vasijas corregidas que desearán recibir el “Lishmá.” Entonces, después de todos los actos y virtudes, podrá elevar una auténtica plegaria, pues ya habrá visto que todos sus actos no le han ayudado de nada. Solo entonces podrá elevar una plegaria verdadera desde lo más profundo de su corazón, y entonces el Creador escuchará su plegaria y le concederá el regalo de Lishmá.

También debemos saber que al obtener Lishmá, uno da muerte al instinto del mal, porque la inclinación al mal se denomina recibir en beneficio propio. Y al alcanzar la intención de otorgar, uno suprime la auto-gratificación. Y la muerte significa que uno ya no utiliza más sus vasijas de recepción para sí mismo. Y como estas ya no están activas, se las considera muertas.

Si uno tomara en cuenta lo que recibe por su trabajo bajo el sol, vería que no es tan difícil subordinarse al Creador por dos razones:

  1. Le guste o no, o sea, quiera o no, de todas formas uno debe esforzarse en este mundo.
  2. Incluso durante el trabajo, si uno trabaja Lishmá, recibe placer del trabajo en sí.

Así lo afirma el Predicador de Dubna respecto al versículo “Y no me invocaste a Mí, Yaakov; pues de Mí te cansaste, Israel”. Significa que aquel que trabaja para el Creador no realiza esfuerzo alguno. Por el contrario, siente placer y exaltación

Pero aquel que no trabaja para el Creador, sino en favor de otras metas, no puede reclamarle a Él por no proporcionarle vitalidad para trabajar, pues se encuentra trabajando para otra meta. Uno solamente puede reclamar a aquel para quien trabaja, y reclamarle que le proporcione vitalidad y placer durante su trabajo. De una persona tal, se dice: “Todo aquel que confíe en ellos será como aquellos que los hicieron”.

Y no es necesario preguntar por qué cuando uno asume la carga del Reino de los Cielos, es decir, cuando desea trabajar con el fin de otorgar al Creador, puede que todavía no sienta vitalidad alguna, y esta vitalidad podría obligarlo a aceptar la carga del Reino de los Cielos. En cambio, uno debe aceptarla contra su voluntad y no en beneficio propio. Esto significa que el cuerpo no acepta esta sumisión, ¿por qué el Creador no lo colma de vitalidad y de placer?

La razón es que esta es una gran corrección. De no haber sido por eso, y si el deseo de recibir hubiera accedido a esta tarea, uno jamás habría conseguido obtener Lishmá. Por el contrario, hubiera continuado trabajando siempre para su beneficio personal, para satisfacer sus propios deseos. Es tal como dice la gente: el mismo ladrón grita “Atrapen al ladrón”, y de esta forma no podemos identificar cuál es el verdadero ladrón, para atraparlo y restituir lo robado.

Pero aunque el ladrón, que es el deseo de recibir, no encuentre sentido en el trabajo de aceptar la carga del Reino de los Cielos, dado que el cuerpo se puede habituar a trabajar en contra de su propia voluntad, tiene los medios con los que llegar a trabajar solo con la intención de satisfacer a su Creador, pues su única intención debería ser solamente para el Creador. Así es como está escrito: “Entonces te deleitarás en el Señor”. De este modo, cuando él sirvió al Creador anteriormente, no sintió ningún placer por su trabajo. Más bien hizo su trabajo forzadamente.

No obstante, ahora que se ha acostumbrado a trabajar para otorgar, es recompensado con el deleite en el Creador, y el propio trabajo le proporciona placer y vitalidad. Y en este caso se considera que, también el placer, está dirigido específicamente hacia el Creador.

 

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