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52. Una transgresión no apaga una Mitzvá

Lo escuché la víspera de Shabat, el 9 de Iyar, 14 de mayo de 1943


“Una transgresión no apaga una Mitzvá (precepto), y una Mitzvá no apaga una transgresión”. La pauta en el trabajo es que uno debe tomar el buen camino. Pero el mal dentro de la persona no le permite tomar el buen camino.

Sin embargo, uno debe entender que no necesita desarraigar el mal, pues esto sería imposible, sino que solamente debe odiar el mal, como está escrito: “Quienes aman al Señor, odian el mal”. Únicamente este odio es preciso, ya que el odio separa entre quienes están adheridos.

Por esta razón, el mal no tiene existencia propia, sino que su existencia depende del amor al mal o del odio que uno sienta por el mal. Esto significa que si uno siente amor por el mal, entonces queda atrapado bajo el dominio del mal. Y si uno odia el mal, escapa de su autoridad, y su mal deja de ejercer dominio sobre ella.

Resulta que el trabajo principal no está en el mal en sí, sino en la medida de amor y la medida de odio. Y por este motivo, una transgresión provoca otra transgresión. Debemos preguntar: “¿Por qué uno merece semejante castigo?” Cuando uno cae de su trabajo, debe ser ayudado para levantarse de la caída. Sin embargo, aquí vemos que se le agregan más obstáculos para que caiga aún más abajo que la primera vez.

Pero para poder aborrecer el mal, uno recibe más maldad, para que pueda sentir cómo las transgresiones le alejan del trabajo de Dios. Aunque uno haya lamentado su primera transgresión, aún no ha sentido la cantidad de remordimiento que le induzca a odiar el mal.

Por lo tanto, una transgresión lleva a otra; y cada vez que uno se lamenta, cada remordimiento, verdaderamente suscita un odio por el mal, hasta que la persona completa su medida de odio al mal.  En ese momento uno se separa del mal, porque el mal lleva a la separación.

De esto se desprende que si uno encuentra cierta medida de odio en un nivel que produzca separación, no necesita la corrección de “una transgresión que lleva a otra”; y naturalmente, uno gana tiempo y de ese modo, es admitido en el amor de Dios. Este es el significado de: “Quienes aman al Señor, odian el mal”. Solamente odian el mal, pero el mal en sí permanece en su sitio; y lo único que necesitamos es el odio al mal.

Esto proviene de: “Tú lo has creado tan solo un poco inferior a Dios”, y este es el sentido de que la serpiente dijera: “y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal”. Quiere decir que, cuando uno se esfuerza y desea comprender todos los procedimientos de la Providencia, como el Creador, esto es lo que significa: “La codicia del hombre lo rebaja”. Significa que uno quiere comprender todo con la mente externa, y si uno no lo consigue, se encuentra en un estado de bajeza.

Lo cierto es que si uno despierta para conocer algo, es una señal de que necesita conocer esa cosa. Y cuando uno consigue superar su propia razón, de aquello que desea comprender, y toma todo con fe por encima de la razón,  esto se considera la mayor bajeza de la naturaleza humana. Vemos que en la medida en que uno demanda conocer más, pero acepta esto con fe por encima de la razón, resulta que se encuentra en el mayor estado de bajeza.

Ahora podemos entender cómo interpretaron el versículo (Números 12:3): “Moisés era un hombre muy modesto”, humilde y paciente. Significa que toleraba la bajeza en la medida que no hay mayor que ella.

Este es el significado de que Adam HaRishón (el primer hombre) comiera del Árbol de la Vida antes del pecado, y de que estuviera en plenitud. No obstante, no pudo avanzar más en el grado en el que se encontraba, pues no sentía ninguna carencia en su estado. Y en consecuencia, obviamente, no era capaz de revelar todos los nombres Sagrados.

Por tal motivo hizo: “Venid y ved las obras de Dios, terrible en hechos sobre los hijos de los hombres”, que él comiera del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Y a través de este pecado, todas las Luces se retiraron de él y, naturalmente, se vio obligado a comenzar su trabajo de nuevo. Y los escritos dicen sobre esto que fue expulsado del Jardín del Edén, porque si hubiera comido del Árbol de la Vida, habría vivido para siempre. Este es el significado de la interioridad de los mundos. Si uno entra ahí, ahí permanece para siempre. Significa que nuevamente uno se quedaría sin carencia alguna. Y para poder ir y revelar los nombres sagrados que se manifiestan con la corrección del bien y del mal, tuvo que comer del Árbol del Conocimiento.

Esto es similar a aquella  persona que desea entregarle a su amigo un gran barril de vino, pero su amigo tiene solo una pequeña copa. ¿Qué hace entonces? Vierte vino dentro de la copa y la lleva a su casa, donde deposita su contenido en otra parte. Luego, regresa de nuevo con la copa y la vuelve a llenar de vino. A continuación regresa otra vez a casa, y así hasta que termina recibiendo todo el vino de los barriles.

También escuché otra parábola acerca de dos amigos, uno de los cuales se convirtió en rey mientras que el otro se volvió muy pobre. El segundo escuchó decir que su amigo se había convertido en rey, así que fue a ver a su amigo, el Rey, y le contó su desgraciada situación. El rey le entregó una carta dirigida al Ministro del Tesoro, para que durante dos horas pudiera recibir todo el dinero que quisiera. El amigo pobre llegó a la tesorería con una pequeña caja; entró, y llenó la pequeña caja con dinero. Al salir, el ministro pateó la caja y todo el dinero cayó al suelo. Esto se repitió una y otra vez, hasta que el pobre hombre dijo llorando: “¿Por qué me estás haciendo esto?”. Y dijo: Ahora sí, todo el dinero que has tomado durante todo este tiempo te pertenece, y podrás llevártelo todo. Tú no tenías las vasijas para llevarte suficiente dinero de la tesorería, y por eso te hemos jugado esta treta.

 

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