Reencarnación y Cabalá
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Ninguno de nosotros es un alma nueva, todos
hemos acumulado experiencias de vidas previas en otras
encarnaciones. En cada generación, a lo largo de los últimos
seis mil años, descendieron almas que ya habían estado aquí en
ocasiones anteriores. No son almas nuevas, sino con alguna forma
diferente de desarrollo espiritual.
Las almas descienden a la Tierra de acuerdo
a un orden determinado: ingresan al mundo de forma cíclica. Su
número no es infinito: vuelven una y otra vez, progresando en su
corrección. Los nuevos cuerpos físicos que ocupan son más o
menos parecidos, pero los tipos de almas que descienden son
diferentes. Esto es lo que se conoce popularmente como
reencarnación. los cabalistas usan la expresión "desarrollo de
las generaciones".
Esta interrelación o conexión entre el alma
y el cuerpo colabora con la corrección del alma. Nos referimos
al ser humano como "alma" y no como "cuerpo". El cuerpo en sí
puede ser reemplazado, como se reemplazan hoy en día los
órganos. El cuerpo es útil sólo como recipiente desde dónde el
alma puede actuar. Cada generación se parece físicamente a la
anterior, pero difieren una de otra porque en cada oportunidad
las almas bajan con la experiencia acumulada de sus vidas
previas aquí. Llegan con sus fuerzas renovadas por su estadía en
el cielo.
Por lo tanto, los objetivos y deseos de
cada generación difieren de los de la generación anterior. Esto
explica el desarrollo específico de cada una de ellas. Inclusive
la generación que no alcance el deseo de conocer la verdadera
realidad o el reconocimiento divino, cumplirá su tarea a través
del sufrimiento. Esa será su forma de progresar hacia la
auténtica realidad.
Todas las almas se originan en una, llamada
"el alma del primer hombre". Esto no se refiere al Adán que
conocemos, sino a una realidad espiritual interna. Partes del
alma del primer hombre descienden al mundo para encarnar,
tomando forma de cuerpos y provocando la conexión entre el
cuerpo y el alma. La realidad está diseñada para que las almas
desciendan y se autocorrijan. Al encarnar aumentan su nivel 620
veces respecto al nivel inicial. El orden en que descienden a
encarnar en esta realidad va de sutiles a densas.
El alma del primer hombre consta de muchas
partes y muchos deseos, algunos sutiles, otros densos, según su
cantidad de egoísmo y crueldad. Llegan a nuestro mundo primero
las partes sutiles y luego las densas, con sus correspondientes
requerimientos de corrección. Al corregir los deseos más
sutiles, pueden luego ayudar a corregir los más densos, los más
problemáticos.
En su descenso al mundo, las almas han
adquirido experiencia a través de su sufrimiento. Esto se conoce
como "el camino del sufrimiento", ya que esta experiencia
desarrolla el alma. Cada vez que reencarna, aumenta su impulso
inconsciente de buscar respuestas a las preguntas acerca de su
existencia, de sus raíces y de la importancia de la vida humana.
Existen, según esto, almas que son más y
menos desarrolladas. Las más desarrolladas tienen tal enorme
urgencia de reconocer la verdad, que no soportan limitarse a los
confines de este mundo. Si se las provee de herramientas
correctas, libros adecuados e instrucción acorde, llegarán a
reconocer el mundo espiritual. La Cabalá también distingue entre
almas descendentes más o menos puras o refinadas, según la
medida de la corrección requerida. Las que requieren una
corrección mayor son llamadas "menos refinadas".
Las distintas almas descendentes requieren
diferentes guías y correcciones, específicas para cada
generación, así como líderes adecuados para conducir su progreso
espiritual. En sus libros y grupos de estudio transmiten el
método de descubrimiento de la verdadera realidad más adecuado
para su generación. En esta era mediática, pueden aparecer por
televisión, por radio o más comúnmente por Internet.
Al principio (antes de que apareciera el
alma del Ari), reinaba una era de acumulación de experiencia y
de persistencia en el mundo. Progresaban hacia la corrección con
su mera existencia. El sufrimiento acumulado agregó urgencia en
la búsqueda del alivio. El deseo de dejar atrás el sufrimiento
fue la fuerza motivadora del desarrollo de las generaciones.
Cuando en el siglo XVI, apareció el Ari,
declaró que a partir de su generación, los hombres, las mujeres
y los niños de todas las naciones podían y debían introducirse
en la Cabalá. Había llegado el momento del desarrollo
generacional en que las almas descendentes podían reconocer la
verdadera realidad, completando su corrección con el propio
método del Ari. Podían cumplir lo que se esperaba de ellas.
Aún en su cuerpo físico, el alma tiene un
solo deseo: retornar a sus raíces. Los cuerpos físicos, en su
deseo de recibir, las arrastran de vuelta a este mundo. Pero el
ser humano desea conscientemente elevar su espíritu. El esfuerzo
resultante de la gran fricción creada por esta dicotomía le
ayuda a elevarse 620 veces por encima de su nivel anterior. Si
un alma no completa su tarea, reencarnará en el mundo con más
necesidad de corrección.
A veces creemos que debemos negar nuestros
deseos y anhelos para ser más exitosos en la próxima
reencarnación. Pensamos que no deberíamos desear nada sino un
poco de alimento y estar tirados al sol como un gato. Sin
embargo, en la realidad ocurre todo lo contrario, pues la
próxima vez seremos aún más crueles, demandantes, exigentes y
agresivos.
El Creador quiere que nos colmemos de
placeres espirituales, que seamos plenos. Esto sólo es posible a
través de un deseo enorme. Sólo mediante un deseo corregido
podremos alcanzar realmente el mundo espiritual, tornándonos
fuertes y activos. Un deseo pequeño no nos hará mucho daño, pero
tampoco mucho bien. El deseo "corregido" sólo funciona a partir
del estímulo correcto. No lo poseemos automáticamente, sino que
lo adquirimos mediante el estudio correcto de la Cabalá.
Existe una pirámide de almas, basada en el
deseo de recibir. En su base se encuentran muchas almas con
pequeños deseos terrenales, buscando una vida confortable de
tipo animal: comida, sueño, sexo. El nivel siguiente, con menor
número de almas, contiene aquéllas que desean adquirir riqueza.
Se trata de personas deseosas de dedicar su vida entera a hacer
dinero y aún a sacrificarse en aras de la riqueza.
A continuación se encuentran las que harían
cualquier cosa con tal de controlar a los demás, gobernar y
alcanzar posiciones de poder. Otras aún menos numerosas poseen
un deseo todavía mayor por conocer: son los científicos y
académicos que pasan su vida empeñados en un descubrimiento
específico, sin interesarse por ninguna otra cosa.
El deseo más intenso, compartido sólo por
unos pocos, es el de alcanzar el mundo espiritual. Todos están
incluidos en la pirámide.
El hombre a su vez posee la misma pirámide
de deseos en su interior, la cual debe invertir, de modo que el
peso vaya al deseo más puro, el deseo infinito de verdad. Debe
rechazar y descartar sus deseos terrenales, poniendo todos sus
esfuerzos y energía en aumentar el deseo de espiritualidad. Lo
logrará estudiando de la manera correcta.
Cuando realmente buscamos aumentar el
anhelo de espiritualidad, la Luz Circundante, el mundo
espiritual oculto, comienza a reflejarse en nosotros,
provocándonos desear aún más. En esta etapa, resulta crucial
estudiar en grupo bajo la guía de un cabalista [ver el capítulo
"Cómo estudiar Cabalá"].
El mayor cambio que observamos en las almas
que descienden hoy, radica en su deseo definido de lograr un
sistema espiritual. Hasta la gente común busca algo más allá de
este mundo, algo espiritual.
Aunque esta "espiritualidad" todavía
incluye todo tipo de atajos, trucos mágicos y grupos esotéricos
que prometen respuestas a sus seguidores, indica una búsqueda de
la auténtica realidad. Si las almas de esta generación aumentan
más su deseo, probablemente hagan surgir un método nuevo
adecuado para ellas.
En los últimos quince años se ha activado y
acelerado el descenso de las nuevas almas. Su deseo es mucho
mayor y más genuino. Quieren lograr la auténtica verdad y nada
más.
Cuando comprendamos realmente cómo se nos
aplica y nos afecta la realidad, dejaremos de hacer lo prohibido
e insistiremos en hacer lo correcto. Entonces percibiremos la
armonía existente entre nosotros y el verdadero mundo.
Mientras tanto, abusamos y luego nos damos
cuenta de que hemos abusado. No podemos escapar a dicha
situación. Es por ello que la humanidad se encuentra en un
callejón sin salida, inmersa en dificultades cada vez mayores.
Descubriremos que no nos queda otra alternativa sino reconocer
el mundo espiritual del cual formamos parte. Este reconocimiento
nos conducirá a una nueva situación, en la que comenzaremos a
actuar concientemente al unísono y no como individuos aislados.
Todos estamos conectados en una alma, de
una generación a otra. Compartimos una responsabilidad
colectiva. Es por ello que el cabalista es considerado "fundador
del mundo". Afecta al mundo entero y el mundo entero lo afecta a
él.
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