En la Cabalá, al
individuo se le nombra conforme a su deseo de recibir. Por ejemplo,
si alguien quiere alcanzar al Creador, sentirlo, vincularse a Él, se
le llama “Israel”. Es así aunque esté empezando su camino, no haya
percibido al Creador, y no tenga ni la menor idea hacia donde va o
los logros que puede alcanzar. Sin embargo, el deseo de una persona
lo determina todo. Por lo tanto, a aquel que hace la voluntad del
Creador, se le dice cabalista; al cabalista que logra un cierto
grado espiritual se le llama “El que alcanza” (Baal Asagá).
El individuo se da cuenta gradualmente que no hay nadie aparte del
Creador. La esposa, los hijos, los parientes, el trabajo, y los
amigos – todos no son sino el Creador, detrás de todas estas formas.
La revelación del Creador a un ser humano se le dice “Alcance” (Asagá).
A medida que la persona vaya penetrando en esta comprensión, irá
creciendo el grado de su Alcance, hasta la última revelación de que
absolutamente todo a su alrededor no es nada sino el Creador. Y más
profunda será la revelación cuando vea que todos sus deseos
interiores, pensamientos, sensaciones e impulsos son también el
Creador. ¿Así es que dónde está el ser humano? Cuando el individuo
llega al fin, a la conclusión de que no hay nadie aparte del Creador
y lo siente en su interior se le llama ser humano. Esta sensación,
en particular, es lo que lo constituye en un ser humano. A la
revelación de esta sensación se le dice “adhesión al Creador”.
¿Cuál es la diferencia entre comprensión y sensación? El hombre es
creado como un ser sensitivo: sentimos, no pensamos. Nuestra mente
se desarrolla de manera que pueda captar y entender lo que sentimos.
Por ejemplo observa a un niño. Sus deseos son pequeños y también el
grado de desarrollo de su mente. Lo mismo pasa con una persona que
vive en la selva: utiliza la mente conforme lo que necesita para
obtener lo deseado.
Entre mayores son los deseos del hombre, más astuto se vuelve, ya
que debe determinar cómo obtener lo que quiere. La mente es el fruto
del desarrollo de nuestros deseos. Para realizarlos se nos ocurren
toda clase de cosas. Un deseo intenso es la llave para desarrollar
la mente. No deberíamos preocuparnos por mejorar la mente: más bien
deberíamos incrementar los deseos. Un estudiante de Cabalá no tiene
que ser inteligente, lo único que necesita es desear y sentir lo
deseado. No se puede ver el mundo espiritual con la mente, sólo se
puede sentir con el alma.
Una persona tiene que hacer suyo el sufrimiento del mundo entero,
tiene que tener conciencia del dolor, sumergirse en él, para que más
tarde pueda recibir la Luz destinada al mundo entero en su Kelim
corregidos. Cuando nos enteramos de la congoja de alguien más, no
debemos preocuparnos por padecerla, D’s no lo permita. Más bien
debemos en todo momento lamentar que esas personas aún no hayan
comprendido que el sufrimiento es una revelación del Creador, debido
a que sus Kelim aún no han sido corregidos. La gente malinterpreta
el gobierno del Creador sobre sus criaturas.
¿Tenemos que justificar al Creador cuando nos sentimos mal? A la
Cabalá se le llama La ciencia de la verdad. Esto quiere decir, que
quien estudie Cabalá, tendrá una sensación de la verdad más aguda.
No puede engañarse a sí mismo frente al Creador. Descubre que la
verdad es lo que siente en su corazón.
El hecho que una persona se sienta mal es señal que culpa al Creador
por ello. Sentirse bien es en esencia gratitud al Creador. Nos
comunicamos con el Creador con nuestro corazón, las palabras son
inútiles. Por eso es que para poder justificar al Creador, me tengo
que sentir bien todo el tiempo.
Cuando escuchamos que el asesinato, la guerra, la violencia y el
terrorismo afligen al mundo, tenemos que trabajar para poder
percibir que es lo mejor que puede pasar en nuestro mundo; ya que
estas situaciones sólo le parecen nefastas a las almas no corregidas.
Así es que, no tenemos otra elección más que la de elevarnos
espiritualmente, corregir nuestros Kelim para poder percibir como
buenas todas las desgracias que escuchamos o presenciamos. Sólo una
cosa tiene que preocuparnos: la corrección de nuestros Kelim y
ascender al nivel de donde emana el placer espiritual. Desde ahí
podremos contemplar cuán bueno es para nosotros y para el mundo en
general.
Una persona que sube la escalera al primer mundo espiritual, el
mundo de Assiyá, llamado a su vez “maldad total”, todavía percibe
los sucesos como funestos. Por lo tanto, se dice que es “un
trasgresor”. Después, al entrar al mundo de Yetzirá, al que se le
llama “mitad malo y mitad bueno”, ve los eventos algunas veces como
buenos y algunas como malos, como si existiera entre los dos, y no
supiera cómo evaluarlos.
El mundo de Beriá recibe el nombre de “casi bueno”: una persona que
va corrigiendo sus Kelim se eleva al mundo de Beriá y va sintiendo
cada vez más que el Creador desea el bien. Al que existe en el mundo
de Beriá se le llama “no totalmente justo”. Y cuando alguien se
eleva al mundo de Atzilut, que es “completamente bueno”, ve
solamente el bien sin el mínimo indicio de maldad. Es por eso que
una persona que ha llegado al mundo de Atzilut es “justa”. El
sistema está hecho de tal forma que el sufrimiento obliga al
individuo a elevarse más y más.
En cualquier estado que nos encontremos nuestras sensaciones son
nuestra actitud hacia el Creador. Hasta que una persona alcance los
grados más altos, su actitud hacia el Creador no puede ser
enteramente buena. Es incapaz de justificar plenamente al Creador.
Esto solamente ocurre en el mundo de Atzilut.
Por un lado, el individuo no debe permanecer en un mal estado, debe
intentar salir de él. Por el otro, tiene que analizarlo e intentar
pasar a uno mejor. Sin embargo, el problema es que uno no puede
evaluar la situación en que se encuentra. Únicamente cuando se
alcanza el siguiente grado, y se tiene la certeza que ya se
encuentra en otro estado, se puede controlar y analizar la situación
anterior.
Por ejemplo, un niño de diez años que se ha enojado con sus padres
porque no le compraron una bicicleta, no puede evaluar su estado
correctamente. ¿Puede entender otra cosa que no sea su propio
resentimiento? Pero después, siendo adulto puede evaluar
correctamente lo sucedido años atrás. Lo más importante es tratar de
salir del estado en que uno culpa al Creador y entrar a un estado
mejor, diferente.
Ya hemos dicho que el Creador creó al mundo para deleitar a sus
criaturas. Lo anterior no quiere decir que el Creador quiere ahora
complacernos por los sufrimientos pasados. El Creador no calcula y
actúa de esta manera, sin importar el sufrimiento que haya tenido
que padecer antes una persona. El sufrimiento nunca nos acerca al
bien. La humanidad podrá sufrir por miles de años, la magnitud del
sufrimiento sólo nos despierta para la corrección; el sufrimiento
por sí mismo nunca corrige.
Así dice en el “Prefacio al Libro del Zohar”: “…Y es aquí donde
debemos ubicar nuestra mente y corazón, porque es el último objetivo
del acto de la creación del mundo. Y debemos tener presente que,
puesto que el pensamiento de la Creación es otorgar a sus criaturas,
tuvo que crear en las almas un gran deseo de recibir todo aquello
que Él pensó dar. La medida de cada placer y deleite depende de la
medida del deseo de recibirlo: entre más grande sea el deseo de
recibir, mayor será el placer, y entre más pequeño el deseo, menor
será el placer al recibirlo.
Así pues el Pensamiento de la Creación misma, determina la creación
de un excesivo deseo de recibir, que se ajuste al inmenso placer que
el Altísimo pensó en otorgar a las almas, pues el gran placer y el
gran deseo deben ir de la mano”.
Si tengo poco apetito, el deleite que me proporcione la comida será
igualmente pequeño. Pero si estoy muy hambriento, la comida me dará
un inmenso placer. Por esta razón, el Creador, cuyo anhelo es darnos
un intenso placer, creó para nosotros de conformidad con este
deleite, un deseo de recibir igualmente fuerte. Pero, por el otro
lado, sufrimos en gran medida, al desear apasionadamente sin tener
la menor oportunidad de llenar nuestras necesidades.
¿Cómo podemos incrementar nuestro deseo por la espiritualidad? Es
una pregunta muy difícil. Hasta que crucemos el Majsom no podremos
percibirla. Sólo llegan a deleitarnos los placeres mundanos. Es por
eso que cuando empiezo a advertirlo, me doy cuenta que todo es
maldad. Me siento muy mal. Además, la distancia entre Él y yo crece.
Acostumbraba a pensar que no era tan corrupto, ¿quiere decir que
estaba más cerca del Creador? ¿Y ahora que me siento mal, el Creador
me está rechazando? ¡Todo lo contrario! ¡El Creador me está
atrayendo!
Nuestro progreso se va dando cuando nos sentimos mal. Mientras somos
egoístas y nuestros Kelim aún no están corregidos, eventos en
apariencia desagradables nos dirigen hacia el camino correcto más
rápido de lo que lo haría algo placentero y bueno, ya que por regla
general estas cosas nos corrompen.
Sufrir por el egoísmo quiere decir que se le odia, dándonos cuenta
que éste existe dentro nosotros. Esa comprensión nos hace rechazar
el objeto del sufrimiento (el egoísmo), poniéndonos de buen humor y
anhelando estar cerca del Creador.
El individuo comprende que no puede resistir la tentación; aunque la
conozca de antemano, de cualquier manera sale a su encuentro. Ya
sea, viendo que viene por su camino, no hace nada para evitarla,
sino que se queda quieto y espera. Todo esto se le atribuye a la
corrección. Somos incapaces de hacer algo por nosotros mismos. Lo
único que podemos hacer es ir aprendiendo de nuestros errores, cada
equivocación que cometemos en cada fase de nuestro camino. Algunas
veces le parece que puede salir adelante en alguna situación en la
vida, sin embargo, instantes después le queda claro que no puede ni
siquiera levantar un dedo.
La trasgresión, el pecado no existen. Una persona debe pasar a
través de estos estados para darse cuenta de su naturaleza que fue
determinada por el Creador, y sienta la necesidad de corregirse. Si
esta es la actitud que mantiene hacia todos los eventos en su vida,
esta tomando pasos hacia la corrección.
Vean, por ejemplo, la caída de Adam. El Creador creó un alma con una
pantalla contra el egoísmo. Después, Él llenó el alma con un placer
que excedía el poder de la pantalla. Naturalmente, el alma no fue
capaz de resistir el placer, lo tomó, y cometió el “pecado”, que es
la recepción para uno mismo.
El alma consiste en diez Sefirot, divididas en unas internas y otras
externas. A la parte corregida se le dice “interior”; a la parte que
aún no se ha corregido se le nombra “exterior”. La Luz que llena la
parte interna del alma nos da la sensación del “yo”. La parte
externa sin corregir nos da una sensación del mundo que nos rodea.
De ahí la apariencia ilusoria de que algo existe a nuestro
alrededor. En realidad, cualquier cosa que me circunda se encuentra
dentro de mí. La realidad ilusoria en torno a nosotros la crea
nuestros Kelim no corregidos, y aquel que entra a la espiritualidad
empieza a apreciarlo de inmediato.
¿Cuándo desarrollamos una necesidad por el Creador? Esta necesidad
por el Creador la desarrollamos cuando Él mismo nos manda toda clase
de sufrimientos, y nos hace ver simultáneamente que Él está detrás
de todos ellos. Ahí es cuando nos volvemos al Creador para pedirle
ayuda. En nuestro estado, todo el sufrimiento se concentra en un
punto en el corazón, en donde sentimos oscuridad. El contacto con el
Creador empieza precisamente en este punto negro.
Hasta que la persona cruza el Majsom, siempre tendrá preguntas.
Desde luego, aunque estas preguntas las haga siempre la misma
persona, tendrá nuevos Kelim y un nuevo discernimiento. Nada se
revierte, todo se mueve solamente hacia adelante. El individuo tiene
que pasar por todos estos estados, experimentar.
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