La
ciencia de la Cabalá es única en el sentido de que habla sobre tú y
yo, sobre todos nosotros. No trata de nada abstracto, únicamente nos
enseña la forma en que fuimos creados y cómo funcionamos en niveles
más elevados de existencia.
Una
de sus secciones habla sobre el descenso de las fuerzas superiores
desde el mundo del Infinito. El mundo del Infinito es nuestro
estado inicial, y ahí existimos como un sistema de almas único,
unificado y completamente interconectado. Luego, a partir del mundo
del Infinito, estudiamos la secuencia de los mundos, Sefirot
y Partzufim en su descenso hasta el mundo en que vivimos.
Se
han escrito muchos libros cabalistas acerca de estos temas,
empezando con Abraham, el Patriarca, hace cuatro mil años, quien
escribió el libro llamado Sefer Yetzirá (El Libro de la
Creación). La siguiente obra de importancia es El Libro del Zohar,
escrito en el siglo II de nuestra era. Al Zohar le sigue el
trabajo del Arí, un reconocido cabalista del siglo XVI. El Siglo XX
fue testigo de la aparición de los escritos del cabalista Yehuda
Ashlag.
Los
textos del Rabí Ashlag son los más adecuados para nuestra
generación. Su obra, así como otras fuentes cabalistas, nos
describen la estructura de los mundos superiores, su descenso y cómo
sucesivamente van creando la existencia de los mundos inferiores; la
formación de nuestro mundo, el universo, nuestro planeta y la
evolución de la vida. El estudio de la creación del sistema y la
forma en que desciende a nuestro mundo nos permite llegar a dominar
el método para posteriormente ingresar en este sistema y gobernarlo.
La
mayor parte del tiempo estudiamos los seis volúmenes del libro
Talmud Esser Sefirot (El Estudio de las Diez Sefirot) escrito
por Yehuda Ashlag. Está diseñado como un libro de ayuda para
estudiantes, con preguntas, respuestas, material de repetición y
memorización, explicaciones, gráficas y dibujos. Se trata, por así
decir, de la física del mundo superior, que describe las leyes y las
fuerzas que gobiernan al universo.
Este
material gradualmente transforma a los estudiantes, pues al
investigar la manera de entrar y comenzar a vivir en el mundo
espiritual, uno se va adaptando gradualmente al material.
La
ciencia de la Cabalá no se ocupa de la vida en nuestro mundo. En
lugar de esto, al estudiar el sistema nos vamos a alcanzar de nuevo
el nivel que teníamos antes de descender, el mismo nivel en que nos
vamos a encontrar al final de nuestro ascenso de este mundo.
Durante este ascenso, el estudio de la Cabalá estructura dentro del
estudiante un sistema equivalente al sistema superior.
Este
sistema empieza a organizarse y manifestarse dentro de la persona
que desea aprenderlo y que lo estudia con este propósito. Así, como
una gota de semen puede potencialmente desarrollarse en un ser
humano completo y crecer para llegar a ser un adulto maduro, la
ciencia de la Cabalá desarrolla nuestro deseo de alcanzar un nivel
más elevado de existencia.
Al
principio es un pequeño deseo, llamado “un punto en el corazón”.
Este punto es como el embrión de nuestros futuros estados. Al
estudiar la estructura de los mundos superiores, desarrollamos la
información “genética” dentro de ella y a medida que crece, se forma
dentro de nosotros la estructura semejante a los niveles más
elevados.
Esta
es la razón por la que el estudio es tan gratificante. Aún cuando no
comprendamos ni una sola palabra acerca de lo que leemos,
sencillamente el intentar entender los textos cabalistas nutre el
punto en el corazón, el deseo por el Altísimo, y el punto empieza a
crecer. Entre más aumenta, más sentimos la aparición de una nueva
creación, una sensación nueva y diferente de la existencia de un
mundo dentro de nosotros.
Al
ayudarnos a lograrlo, la ciencia de la Cabalá nos da la oportunidad
de percibir los mundos superiores, comprender todo lo que nos pasa y
más que nada, a controlar este proceso por nosotros mismos.
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